Mientras la comunidad internacional negaba rotundamente que el virus se hubiera originado por un accidente en el Instituto de Virología de Wuhan, Alina Chan publicó argumentos para que la hipótesis se investigara e hizo que muchos científicos dejaran de considerarlo una teoría de la conspiración
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La investigadora de postdoctorado que impulsó el debate sobre la teoría de la fuga de laboratorio del coronavirus solo quiere "mantenerse viva y no acabar hackeada".
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"Mi objetivo se ha logrado", asegura Alina Chan, después de la orden de Biden de una nueva investigación sobre el origen de la pandemia en China.
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La acusación consiste en que la COVID-19 salió de una placa de Petri y que se está ocultando. "Si me equivoco, he hecho algo terrible", admite Chan.
Alina Chan empezó a hacer preguntas en marzo de 2020. Hablaba con amigos en Facebook sobre el virus cuando ya se había propagado fuera de China. Le pareció extraño que se dijera que había salido de un mercado de alimentos. Si fuera así, ¿por qué no se había encontrado ningún animal infectado? Se preguntaba por qué nadie admitía la otra posibilidad, que a ella le parecía muy obvia: el brote podía deberse a un accidente de laboratorio.
Chan está realizando su investigación de postdoctorado en un laboratorio de terapia genética en el prestigioso centro de investigación Broad Institute, en Cambridge, Massachusetts, afiliado tanto a la Universidad de Harvard como al MIT (todos en EE. UU.). Ya había trabajado en algunos laboratorios y sabía que no eran lugares perfectos. De hecho, a menudo era ella la que expresaba públicamente lo que estaba mal.
Había estado involucrada en la denuncia de irregularidades sobre las condiciones de trabajo en un laboratorio de la Universidad de Harvard. (Ni ella ni el centro han querido comentar nada sobre los detalles). Chan siempre parecía ser la que explicaba su postura, incluso si eso no era un buen augurio para su carrera. Y admite: "Soy así de tonta. Nací para remover las cosas".
La discusión en Facebook empezó cuando una de sus amigas subió una carta publicada por cinco virólogos de alto nivel en la revista Nature Medicine, titulada Los posibles orígenes del SARS-CoV-2, que analizaba las probables fuentes del nuevo virus. Los autores habían examinado detenidamente el genoma del virus de la COVID-19 y afirmaban que no podían encontrar ningún signo de que hubiera sido diseñado a propósito.
Un amigo le dijo que esa carta debería "callar" todas las teorías de la conspiración. Pero cuando Chan la leyó, vio un problema. Al descartar la posibilidad de que el virus fuera producto de una extensa ingeniería genética, también descartaron otros escenarios más simples. Por ejemplo, un virus normal recogido de murciélagos en la naturaleza, si se llevó a Wuhan (China), pudo escapar de alguna manera.
La investigadora recuerda: "Yo pensé: 'Están muy equivocados'. No han tenido en cuenta todas las otras formas factibles de que se produzca una fuga de laboratorio".
Su punto de vista es ampliamente aceptado actualmente, en parte, gracias a su cuenta de Twitter. A lo largo de 2020, Chan publicó argumentos científicos y dudas de forma incansable, a veces añadiendo un GIF de unicornio para resaltar la investigación que ella encontraba inverosímil. Muchos científicos creían silenciosamente que una fuga de laboratorio era posible, entre otras cosas porque el centro mundial de investigación sobre los virus de murciélagos similares al SARS-CoV-2, el Instituto de Virología de Wuhan, se encuentra menos de 13 kilómetros de donde se detectaron los primeros casos del brote. Pero no había ninguna evidencia real, y no valía la pena "enfrentarse a los grandes", como me confesó un virólogo experto.
Chan no tuvo miedo a enfrentarse a los mejores virólogos del mundo y su persistencia ayudó a cambiar las opiniones de algunos investigadores. Ese cambio de postura ha sido tan fuerte que los medios de comunicación están actualizando sus artículos antiguos que calificaban la idea de la fuga de laboratorio como una teoría de la conspiración. En Vox, por ejemplo, explican que "el consenso científico ha cambiado". En mayo, el presidente de EE. UU., Joe Biden, ordenó a sus agencias de inteligencia que llevaran a cabo una nueva investigación sobre el origen del virus, que debe terminar antes del final del verano.
Chan afirma: "Creo que mi objetivo se ha logrado. Solo quería que la gente investigara, que se lo tomara en serio. Mi trabajo está hecho y quiero volver a una vida normal". Pero eso probablemente no ocurra pronto.
Chan sigue estando muy solicitada por programas de radio y televisión y acaba de firmar un acuerdo con HarperCollins para escribir una novela policíaca sobre la búsqueda de los orígenes de la COVID-19, en colaboración con el escritor científico británico Matt Ridley. (Ni ella ni Ridley quisieron decir por cuánto se había vendido el libro). También tiene que soportar las consecuencias de acusar, de hecho, a China de uno de los mayores homicidios de la historia. Chan me confesó que después de la publicación del libro, planea cambiar su nombre e intentar seguir tranquilamente con su carrera científica.
También ha atraído una atención no deseada y aterradora, como los mensajes que recibe en los que la llaman "traidora de la raza". Desde el punto de vista étnico, Chan es en parte china, pero nació en Canadá y creció en Singapur, de donde es su familia. Ella asegura que son apolíticos y sus padres trabajan en tecnologías de la información. "No meterse en problemas; no meterse en la política" era el lema en su casa. Chan regresó a Canadá a los 16 años para asistir a la Universidad de Columbia Británica tanto para su licenciatura como para su doctorado. Finalmente tuvo que decidir qué nacionalidad conservar, optando por su pasaporte canadiense.
People of twitter, I know I’m super mysterious... but I’m not some kind of Canadian-Chinese-US State Department genetic engineering scientist-spy with connections to the billionaire class.
I’m just a postdoc asking for the lab leak hypothesis to be investigated properly. pic.twitter.com/5BnPbZHMbf— Alina Chan (@Ayjchan) June 8, 2021
Antes de conocerla hace poco en el Broad Institute, organizamos la reunión en la app encriptada Signal. Chan no quería decir en qué planta trabajaba; nos conocimos fuera del edificio. Les dijo a sus amigos que el Gobierno chino podría estar persiguiéndola, resaltando: "Mi objetivo en este momento es seguir viva y no acabar hackeada".
"Hay algunos problemas de seguridad", admite su jefe en el Broad, Ben Deverman. Broad es el principal centro de Estados Unidos para el estudio de la genética humana, con el presupuesto anual de 421 millones de euros. El laboratorio de Deverman investiga cómo modificar virus para usarse en terapia génica. El responsable afirma: "Creo que probablemente ella ha hecho más que nadie para involucrar a la sociedad y presentar las cosas desde un punto de vista científico y con una postura intermedia, lo que tal vez no parecía así en ese momento. Su punto de vista no ha cambiado, pero el de otras personas sí".
Eso incluye a algunos miembros del instituto, que han apoyado la libertad de expresión de Chan, pero le han pedido que separe su trabajo y su actividad en Twitter. Deverman señala: "Lo vemos como algo ajeno al trabajo por el que le pagan. Siempre que no hable por nadie más que por sí misma, Chan tenía derecho a debatir y perseguir sus ideas. Solo me asusta pensar en todas las cosas que implica, y en lo que sucederá si se descubre que es cierto. Da un poco de miedo. Francamente, no sé cómo el mundo manejaría esa información, pero no todo puede ser bueno".
Como otros periodistas interesados en la idea de la fuga de laboratorio, he seguido a Chan desde mayo del año pasado. Era una figura única entre los detectives online que investigan el misterio. Trabajaba en una institución científica real y no parecía estar loca ni tener un motivo obvio. Es inteligente y amigable y tenía innumerables referencias a su alcance, que siempre compartía y explicaba. "No hay duda de que ha ayudado a elevar el debate sobre el origen del virus como fuga del laboratorio a un nivel en el que más personas están dispuestas a hablar de ello, no solo los teóricos de la conspiración", cree el investigador de la evolución de los microbios de la Universidad de California en Davis (UC Davis, en EE. UU.) Jonathan Eisen, que también participa activamente en las discusiones en las redes sociales sobre los orígenes de la COVID-19.
(1) (FALSE) Before COVID, SARS research was done in a BSL4 lab at the WIV.
Actually, SARS research, even the (humanized) animal infection experiments were conducted at BSL2/3.
See @ScienceMagazine interview of the PI at the Wuhan Institute of Virology: https://t.co/vPTIwrxyLa— Alina Chan (@Ayjchan) May 17, 2021
Sin embargo, el problema evidente con la teoría de la fuga de laboratorio es que no hay pruebas concretas de ello. Chan no tiene una opinión particular sobre cómo podría haber ocurrido exactamente, si un estudiante enfermó en una cueva de murciélagos, por ejemplo, o si una investigación secreta para infectar a ratones con un virus nuevo salió mal. Después de leer las publicaciones de Chan, noté que muchas de sus afirmaciones ni siquiera se relacionaban con evidencias directas en absoluto; en general, giran en torno a la falta de pruebas.
Chan tiende a señalar las cosas que los investigadores chinos no hicieron ni dijeron, hechos importantes que no revelaron al principio, sobre el animal infectado del mercado que nunca encontraron o sobre la base de datos que ya no está online. Sugiere claramente que hay un encubrimiento y, por lo tanto, un complot para ocultar la verdad.
Virus preadaptado
En febrero del año pasado, cuando los destacados científicos se pusieron a analizar el genoma del virus, terminaron publicando dos cartas. Una, en The Lancet, descartó directamente la posibilidad de un accidente de laboratorio calificándola como una "teoría de la conspiración" (entre sus autores se encontraba un científico que financió la investigación en el laboratorio de Wuhan). La otra fue la carta Proximal Origins publicada en Nature Medicine, escrita en coautoría por el biólogo evolutivo del Instituto de Investigación Scripps en La Jolla (EE. UU.) Kristian Andersen. Él y sus coautores examinaron el genoma del virus y reunieron argumentos sobre por qué veían muy probable que todo ocurriera de forma natural, respaldados por las pruebas de que el virus era similar a otros encontrados en la naturaleza.
Las 30.000 letras genéticas de ese genoma siguen siendo la pista más estudiada sobre el origen del virus. Los coronavirus a menudo intercambian sus partes y ese fenómeno se llama recombinación. Andersen descubrió que todos los componentes del virus se habían visto antes en las muestras de animales recogidas a lo largo de los años. Creía que la evolución podría haberlo producido. El Instituto Wuhan había estado modificando genéticamente virus de murciélagos para experimentos científicos, pero el genoma del SARS-CoV-2 no coincidía con ninguno de los virus de "chasis" favoritos utilizados en esos experimentos, y no contenía ningún otro signo obvio de modificación.
Según la empresa de análisis Clarivate, la carta de Nature Medicine fue el artículo número 55 más citado en 2020, con más de 1.300 citas en las revistas analizadas. Los registros de correo electrónico mostraron más tarde que a partir de enero de 2020, la carta había sido objeto de mensajes urgentes de alto nivel y conferencias telefónicas entre los autores de las cartas, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., Anthony Fauci; los mejores virólogos; y el director de la gran organización de financiación de la investigación farmacéutica en Reino Unido Wellcome Trust.
Al principio, a los autores les preocupaba que el virus pareciera sospechoso antes de reunirse rápidamente en torno a un análisis científico que respaldaba una causa natural. Inicialmente, uno de sus objetivos era sofocar los rumores de que el virus era un arma biológica o el resultado de una ingeniería que salió mal, pero terminaron yendo más allá y escribieron: "No creemos que ningún tipo de escenario basado en laboratorio sea factible".
Trabajando desde su casa en Massachusetts, Chan pronto encontró una manera de revivir la teoría del accidente de laboratorio al buscar diferencias con el SARS, un virus similar que apareció en 2002 pero que causó solo alrededor de 8.000 casos. Con el especialista en bioinformática de la Universidad de Columbia Británica Shing Zhan, Chan analizó los primeros casos humanos de COVID-19 y vio que no había mutado tan rápido como lo había hecho el SARS.
Pensaba que, si fuera un virus de animal de mercado, su genoma mostraría signos de modificación más rápida para adaptarse a su nuevo huésped humano. Chan preparó un análisis argumentando que el virus estaba "preadaptado" a los humanos y ofreció algunas teorías sobre los posibles motivos. Quizás se había propagado sin ser detectado en personas de otras partes de China. O tal vez, pensó Chan, había estado creciendo en un laboratorio en algún lugar, multiplicándose en células humanas o en ratones transgénicos a los que se les habían introducido genes humanos.
La posibilidad de que un virus no modificado se haya "adaptado a los humanos mientras se estudiaba en un laboratorio debe considerarse, independientemente de lo probable o improbable que sea", escribió Chan.
El 2 de mayo de 2020, publicó un artículo en preprint, en coautoría con Deverman y Zhan, en el sitio web bioRxiv (un lugar online para comunicar rápidamente los resultados que aún no han sido revisados por otros científicos). El texto afirmaba. "Nuestras observaciones sugieren que cuando el SARS-CoV-2 se detectó por primera vez a finales de 2019, ya estaba preadaptado a la transmisión humana". El departamento de comunicaciones del Broad Institute también enseñó a Chan los ejemplos de cómo redactar un "tweetorial", una serie de publicaciones, con imágenes, que presentan un argumento científico compacto para un público más amplio. Chan publicó su primer tweetorial al día siguiente.
Para los periodistas que sospechaban del manejo del virus por parte de China, su publicación —y las que siguieron— fue como dinamita. Se trataba de una científica real del mayor centro genético de Estados Unidos que explicaba por qué la historia oficial podría estar equivocada. "El coronavirus NO provino de los animales del mercado de Wuhan" gritaba un titular de Mail on Sunday, en lo que se convirtió en la primera aparición de Chan en un debate público.
Si bien su informe fue un éxito mediático, lo que el Daily Mail describió como el "artículo histórico" de Chan todavía no ha sido aceptado formalmente por una revista científica. Ella cree que eso se debe a la censura por su planteamiento de la posibilidad del origen del virus como fuga del laboratorio. Sin embargo, Eisen opina que las expectativas de Chan sobre cómo debería haberse comportado el virus de la COVID-19 siguen siendo una conjetura y considera que no hemos analizado suficientes brotes con suficiente detalle molecular para saber realmente qué es lo normal. Además, señala que la COVID-19 ha seguido cambiando y adaptándose.
El investigador señala que tomó tiempo para estudiar ese trabajo: "Mis colegas me dijeron: 'Esto es una conspiración, no vale la pena molestarse'. Yo pensé: 'No, voy a tratarlo como cualquier otro artículo. Creo que es interesante lo que Chan intentó hacer, pero la conclusión no me convence y creo que las deducciones estaban equivocadas. La felicito por publicarlo. Muchas de las personas que impulsan la teoría del origen del virus en un laboratorio no hacen afirmaciones basadas en la lógica, pero ella presentó su evidencia. No estoy de acuerdo con eso, pero así es la ciencia".
No obstante, equivocada o no, la palabra que Chan usó, "preadaptado", provoca escalofríos a algunas personas como el escritor Nicholson Baker, quien afirma: "Nos enfrentábamos a una enfermedad que, desde el principio, era excepcionalmente buena en atacar las vías respiratorias humanas". Se puso en contacto con Chan para obtener más información. Varios meses después, en enero de este año, publicó un extenso informe en la revista New York magazine afirmando que estaba convencido de que la culpa era de un accidente de laboratorio. Citó varias fuentes y entre ellas a Chan.
El problema del pangolín
Chan no dejó de buscar incongruencias en la explicación sobre el origen natural del virus. Luego se centró en cuatro artículos que se habían publicado a principios de 2020, dos de ellos en Nature, que describían el virus en pangolines (mamíferos cubiertos de escamas en peligro de extinción que a veces se comen como manjares en China) que comparten similitudes con el SARS-CoV-2.
Si los investigadores pudieran encontrar todos los componentes del virus de la pandemia, especialmente en animales salvajes con los que se trafica ilegalmente como comida, podrían resolver el caso del origen natural, dada la forma en la que los coronavirus intercambian sus partes. Los artículos sobre los pangolines, publicados uno tras otro a principios de 2020, fueron un comienzo prometedor. Para los autores de Proximal Origins, estos virus similares ofrecían una evidencia "fuerte" y "parsimoniosa" del origen natural.
Chan y Zhan notaron que todos los artículos describían el mismo grupo de animales, aunque algunos autores no reconocieron esa superposición. En un artículo incluso se volvieron a etiquetar los datos, lo que los hizo parecer nuevos. Para Chan, eso no fue solo un trabajo mal hecho o una conducta científica inadecuada. Creía que podría haber una "coordinación" entre los autores superpuestos de todos estos artículos, algunos de los cuales ya habían publicado juntos. Chan creó el hashtag #pangolinpapers, recordando los Papeles de Panamá, los documentos que exponen los tratos financieros secretos en el extranjero.
Chan pensó que los investigadores podían estar lavando datos para que pareciera que la naturaleza contenía aquellos virus similares. Empezó a enviar correos electrónicos a los autores y a las revistas para obtener los datos sin procesar que necesitaba para analizar más a fondo lo que habían hecho. La disponibilidad de esos datos suele ser una condición para la publicación, pero aun así puede ser difícil conseguirlos.
Después de lo que ella denomina meses de evasivas, finalmente perdió la paciencia y lanzó una acusación desde su cuenta de Twitter: "Quiero que los científicos + editores que están encubriendo directa o indirectamente los graves problemas de integridad de la investigación que rodean algunos de los virus clave similares al SARS-2 se detengan y piensen un poco. Si sus acciones eclipsan los orígenes del SARS-2, están contribuyendo a la muerte de millones de personas".
Sobre el tuit, el destacado virólogo australiano y coautor de uno de esos artículos (así como de Proximal Origins), Eddie Holmes, dijo: [Es] una de las cosas más despreciables que leí sobre el tema del origen del virus". Se sintió acusado, pero se preguntó de qué se le acusaba, ya que su artículo había expuesto correctamente las fuentes de datos sobre los pangolines. Luego, hizo circular un complicado gráfico hecho por Chan con las fechas de publicación y las conexiones pasadas entre los autores. La densa red de flechas y conexiones del gráfico tenía un inconfundible parecido con el tablero de corcho cubierto con hilo rojo y chinchetas de una persona obsesiva.
Do you regard this as an objective discussion of possibilities? pic.twitter.com/hNSHjlnuwJ
— Eddie Holmes (@edwardcholmes) March 18, 2021
Holmes no respondió a nuestra solicitud de comentarios. Pero después de que alguien llamara al Broad Institute para quejarse por acoso, Chan retiró la publicación. Y admite: "Cometí el error de tuitear enfadada". Broad es un centro afiliado al MIT, que también publica esta revista, y el año pasado descubrí que Chan había molestado tanto a los principales virólogos que mi indirecta conexión institucional con ella se había convertido en un problema. Cuando llamé a Holmes el otoño pasado para hablar con él sobre otro asunto diferente (para aprender sobre el lanzamiento al público en enero de 2020 del genoma del SARS-CoV-2, que él había facilitado), respondió que no lo quería comentar conmigo porque Chan era también afiliada al MIT y "había cuestionado directamente la integridad de su investigación".
"Las acciones tienen sus consecuencias", me escribió Holmes, rechazando la entrevista, y añadió: "Lamento que usted sea un daño colateral".
Algunos de los seguidores de Chan en Twitter consideran revelador este hecho. El especialista en estudios bioinformáticos de datos genéticos de la UC en Berkeley Alex Crits-Christoph, quien, al igual que Chan, es un investigador de postdoctorado, afirma: "Creo que es más honesta intelectualmente que muchos otros defensores de la fuga de laboratorio, incluidos algunos profesores. Me gusta cómo se involucra en los temas. Pero, aparte de eso, considero que Chan ha cometido grandes errores. Creo que su principal error es alegar intenciones maliciosas en las situaciones en las que solo existen los problemas estándar de los grandes y complicados proyectos de secuenciación".
El genoma viral
Crits-Christoph me confesó que él también ha pasado incontables horas revisando las bases de datos de genes en su ordenador en busca de pistas sobre el origen del virus. Primero pensó que las probabilidades de una fuga de laboratorio eran del 20 %, pero que después de investigar sobre ese tema, redujo su estimación a la mitad. La evidencia de un origen natural parece más fuerte. El investigador afirma: "Existe una inclinación enorme hacia la hipótesis de la fuga de laboratorio que nadie admite realmente. Y es que muchos de nosotros estaríamos encantados de que la bioinformática pudiera... llevar a comprobar un crimen sacado directamente de una novela de Michael Crichton".
El genoma del SARS-CoV-2 coloca al virus claramente en una subfamilia de patógenos que se observan en los murciélagos. Es una pieza de malware biológico de repuesto, que en realidad no está vivo, pero es bueno en secuestrar una célula y convertirla en una fábrica de más virus. A pesar de las diversas afirmaciones de que se construyó a partir del VIH o de que se creó con CRISPR, el genoma no tiene ninguna marca clara de que haber nacido en una placa de Petri. En opinión de muchos científicos, como Eisen, es más bien el tipo de cosas que la evolución podría crear: inteligente, compacto, mortalmente efectivo y una variación de los temas ya vistos antes.
Absence of evidence is not evidence of absence. This basic principle has been seized on by enthusiastic lab origin proponents. Overzealous activists, self-appointed detectives, unqualified writers, and politically motivated conspiracy theorists have converged under this banner.
— Dr. Angela Rasmussen (@angie_rasmussen) January 14, 2021
La falta de pruebas irrefutables en el genoma es una de las razones por las que, durante la primera mitad de 2020, la teoría del accidente de laboratorio se mantuvo principalmente online, donde la seguían los detectives de internet, algunos bajo identificaciones anónimas, que carecían de la credibilidad de los científicos más dominantes. "Los activistas demasiado insistentes, los detectives autoproclamados, los escritores no calificados y los teóricos de la conspiración motivados políticamente" es, como la viróloga de la Universidad de Saskatchewan (Canadá) y escritora de opinión Angela Rasmussen describió más tarde, el círculo social que se formó en torno a las teorías sobre el origen del virus.
Estos detectives tuvieron cierto éxito en un área. Utilizando los propios registros del Instituto de Virología de Wuhan, incluida una tesis de maestría encontrada en un sitio web chino y anotaciones en bases de datos de genes, documentaron el que el instituto no había revelado de inmediato un grupo de virus de la misma familia que el SARS-CoV-2. También había ocultado dónde se habían encontrado estos otros virus: en una mina donde algunos hombres que habían estado extrayendo guano habían muerto de una misteriosa enfermedad pulmonar en 2012. Finalmente, ocho meses después, el instituto reconoció a los mineros muertos y las pruebas que se habían realizado en su sangre almacenada. Las pruebas, según el instituto, descartaron al SARS-Cov-2 como la causa de las muertes de 2012.
El hecho de que el instituto no haya revelado antes esa información tan relevante resulta inexplicable para muchos científicos. El biólogo de la Universidad de Stanford (EE. UU.) David Relman confirma: "Es difícil entender por qué no nos lo dijeron antes". Anthony Fauci también ha dicho que le gustaría ver las muestras de sangre de esos mineros.
Chan a veces ha actuado como catalizador de las pistas de la fuga de laboratorio, descartando las más disparatadas, pero apoyando a otras. A veces añadía relaciones y referencias científicas. Otras veces, expresaba sus preocupaciones con un tuit conciso. Por ejemplo, en febrero de 2020, en su descripción inicial del virus, el Instituto de Wuhan no mencionó un componente inusual llamado sitio de escisión de la furina, una parte de secuencia genética potencialmente sospechosa porque los sitios de la furina a veces se añaden a los virus a propósito para hacerlos más infecciosos.
El sitio de la furina, una cadena de cuatro aminoácidos, ayuda al virus a fusionarse con las células humanas. Ningún sitio de este tipo se encuentra en ninguno de los demás virus más estrechamente relacionados con el SARS-CoV-2. Sin embargo, los ingenieros genéticos suelen añadirlos en sus experimentos de laboratorio. La especulación de que la presencia del sitio de escisión de la furina es una señal de manipulación genética humana lo ha convertido en uno de los aspectos más examinados del genoma. Chan considera que esa omisión de los principales expertos en virus de murciélagos del mundo es fulminante y lo ha comparado con "describir a un unicornio y no mencionar el cuerno". Chan insistía en eso publicando docenas de GIF de unicornios, con comentarios sarcásticos como "Me parece totalmente natural".
Dicho de esa manera, la omisión suena muy sospechosa. ¿Pero, lo es? Otros dos artículos destacados que estuvieron entre los primeros en describir el virus tampoco mencionaron el sitio de escisión de la furina. Pero otros investigadores lo encontraron inmediatamente en el genoma, que en ese momento era público de todos modos. Para el jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas del King's College de Londres (Reino Unido), Stuart Neil, la omisión es definitivamente "extraña", pero hay otras explicaciones menos siniestras. Quizás los investigadores tenían prisa, señala. "No ocultaron nada; simplemente no comentaron nada al respecto", añade.
Los investigadores se han fijado también en una implicación recurrente de Chan: que no solo hubo un accidente de laboratorio, sino que China debe estar encubriéndolo activamente, con la ayuda involuntaria de los científicos extranjeros que tienen demasiado miedo como para hacer preguntas difíciles. "Cualquier tipo de origen de laboratorio tendría que involucrar una conspiración masiva de científicos, médicos y personal de salud pública", escribió Andersen en una de sus muchas críticas online a Chan, quien a menudo discutía con él en Twitter. Pero, Andersen señaló que más de un año después, no había aparecido ningún denunciante creíble de China.
Chan propone varias razones para eso. Un accidente de laboratorio no tiene que involucrar a mucha gente. Un montón de errores de investigación se arreglan silenciosamente y nunca se mencionan. La policía china también intentó evitar que los médicos hablaran sobre el virus; algunos periodistas ciudadanos han sido enviados a prisión por agitadores. Cualquier persona en China que accidentalmente liberara el virus, tendría muchas razones para permanecer callada, ya que "podría morir", resalta Chan.
El Departamento de Estado
A finales de 2020, el protagonismo de Chan alcanzó el punto álgido. Como se informó por primera vez en Vanity Fair, los funcionarios de la división de control de armas del Departamento de Estado de EE. UU. se reunieron por Zoom el 7 de enero, el día después de los disturbios en el Capitolio de EE. UU., para hablar de las pruebas sobre las probabilidades de que el virus hubiera salido de un laboratorio. Chan fue una de los dos ponentes elegidos para dirigirse al grupo. El otro era el médico Steve Quay que también es CEO de la empresa de biotecnología Atossa Therapeutics, que cotiza en bolsa y que vende libros de salud a través de su sitio web. Quay resaltó que estaba "99 % seguro" de que el virus provenía de un laboratorio.
Chan me admitió que al principio se había negado a hablar en el Departamento de Estado y le sorprendió lo poco que sabía el Gobierno de Estados Unidos. No parece haber escuchas telefónicas secretas ni desertores que lo descubren todo. En cambio, los investigadores de la era Trump parecían confiar en pruebas tuiteadas y en fuentes que no eran virólogos capacitados. Esto dio lugar a un acalorado debate entre los funcionarios sobre si la evidencia era creíble. Dos memorandos filtrados relatan algunos de estos debates. Uno defiende la fiabilidad de Quay sobre la base de que es un "empresario de biotecnología con 78 patentes a su nombre" y elogia a Chan por su "profundo conocimiento de la duplicidad china y la falta de transparencia".
Entre risas, afirma: "Creo que eso dice más sobre ellos que sobre mí", pues Chan no tiene conocimientos específicos sobre China. Aunque puede leer chino, porque lo estudió en Singapur, su mandarín hablado es tan malo que los camareros a veces le piden mejor que les hable en inglés. Chan también niega estar motivada por una animadversión especial contra China. Y asegura: "Nunca he vivido en China de mis padres ni siquiera habla chino como lengua materna. Ni siquiera conozco a nadie en China. Creo que mi postura es muy razonable: no me gusta el Partido Comunista Chino por la dictadura y por los campos de concentración. También podría criticar al Gobierno de Estados Unidos por mantener a tantos niños en jaulas. Pero eso mejor significa que quiera ir en contra de Estados Unidos".
Me envió una copia de su presentación de diapositivas de la sesión informativa en el Departamento de Estado, con una lista de los "10 puntos principales". De los 10, cuatro son argumentos genéticos o biológicos, empezando con el período faltante de adaptación del virus en humanos, aunque ese hallazgo no es ampliamente aceptado. Los otros seis se relacionan con un comportamiento presuntamente sospechoso por parte de los científicos chinos, incluido el hecho de no mencionar a los mineros que murieron en 2012 ni el sitio de la furina en el genoma del virus. Cualquier fiscal reconocería estos puntos como un caso circunstancial de "conciencia de culpabilidad", el concepto legal que se refiere a acciones como mentir sobre una coartada, destruir pruebas o amenazar a un testigo. Como lo expresó en su presentación Quay, ningún virólogo "inocente" cometería tales descuidos.
Algo terrible
En marzo de 2021, China y la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentaron el resultado de su investigación oficial conjunta sobre el origen del virus, que concluyó que la causa probable era un virus de murciélago contraído en animales comestibles y descartó un accidente de laboratorio como "extremadamente improbable". Llegaron a esa conclusión debido a la afirmación de China de que nadie del laboratorio había contraído el virus ni tampoco había trabajado con el SARS-CoV-2 antes. El grupo de investigación dijo que no seguiría más con esa teoría, algo que no fue bien aceptado, ni siquiera dentro de la OMS, cuyo jefe, Tedros Adhanom Ghebreyesus, respondió al comunicado que todas las teorías deberían permanecer abiertas.
Hasta entonces, Chan había creado un grupo cada vez mayor de científicos aliados que compartían sus sospechas o tenían las suyas propias. El 1 de abril, envió un correo electrónico a Relman y al virólogo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson (EE. UU.) Jesse Bloom, proponiéndoles preparar una declaración pidiendo una investigación completa que tuviera acceso a los registros del laboratorio en China y a otros datos sin procesar, justo del tipo que le habían negado a Chan con los pangolines. Con muchos científicos consternados por el informe de la OMS, 18 de ellos, incluidos Relman, Bloom y uno de los principales expertos en coronavirus de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU), Ralph Baric, aceptaron participar. Con el peso de estos nombres de alto nivel, además de Chan, la carta no tardó en aparecer en la revista Science.
Desde su publicación, las posturas sobre la posibilidad de que la pandemia se originó en un laboratorio han cambiado aún más rápido. Numerosos científicos han cambiado de bando públicamente. Un signatario de la carta publicada en Lancet en 2020 que denunciaba la hipótesis de la fuga de laboratorio como una teoría de la conspiración ha cambiado de opinión por completo. Actualmente está seguro de que el virus se liberó por un error de descuido en algún lugar de Wuhan. La carta también ayudó a aclarar la teoría del laboratorio y su vínculo con Donald Trump, Fox News y varios funcionarios republicanos que la habían transmitido con entusiasmo el año pasado.
Unos días después de la publicación de la carta, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ordenó el informe de inteligencia en vista del hecho de que las posturas de las agencias estaban divididas. El mandatario afirmó: "Acabo de pedir a la comunidad de inteligencia que redoble sus esfuerzos para recopilar y analizar información que pueda acercarnos a una conclusión definitiva, y que me informe en 90 días".
Ahora que la teoría de que el origen de la pandemia proviene de un laboratorio está siendo investigada por organizaciones poderosas y tomada en serio por una masa crítica de científicos respetados, le pregunté a Chan cómo se sentiría si se demostrara que el virus surgió de forma natural, lo que la mayoría de los científicos todavía parece que creen más probable.
Chan concluye: "Tengo días en los que creo que esto podría ser natural. Y si es natural, entonces he hecho algo terrible porque he puesto a muchos científicos en una situación muy peligrosa al decirles que podrían ser la fuente de un accidente que resultó en la muerte de millones de personas. Me sentiría fatal si fuera natural y yo hice todo esto".