Tras la IA y la energía solar, el Gobierno decidió apostar por esta industria emergente que en 2030 podría tener un valor de más de dos billones de euros a nivel global. Su plan para alcanzar el ritmo del resto de países en menos de una década consistió en copiar el modelo de negocio y la cultura de las 'start-ups' de EE. UU.
En 2020, la pandemia de coronavirus (COVID-19) obligó a China a ralentizar su programa espacial, pero está claro que no lo detuvo. Los éxitos espaciales chinos más destacados del año fueron: enviar un róver a Marte, traer rocas lunares a la Tierra y probar el vehículo tripulado de próxima generación que algún día debería llevar a los taikonautas a la órbita, y posiblemente a la Luna.
Pero algunos de sus otros logros pasaron desapercibidos para el resto del mundo, como el lanzamiento del 7 de noviembre de Ceres-1, un nuevo tipo de cohete que, con solo 19 metros de altura, es capaz de llevar 350 kilogramos de carga útil a la órbita terrestre baja. El lanzamiento envió al espacio el satélite de comunicaciones Tianqi 11.
A primera vista, el lanzamiento de Ceres-1 podría parecer poco relevante. Pero, Ceres-1 no fue construido ni lanzado por el programa nacional de China. Se trataba de un cohete comercial, el segundo de una empresa china en volar al espacio. Y el lanzamiento se produjo menos de tres años después de la creación de la empresa. Lo que ha conseguido es un hito para la industria espacial privada de China, incipiente, pero de rápido crecimiento, y representa una parte cada vez más crucial del intento del país a destronar a Estados Unidos como la potencia espacial de mayor prestigio del mundo.
La rivalidad entre Estados Unidos y China, cuyo programa espacial se ha incrementado en las últimas dos décadas, es a lo que la mayoría de la gente se refiere cuando habla de la carrera espacial del siglo XXI. China planea construir su propia estación espacial a finales de este año y probablemente intentará enviar a sus taikonautas a la Luna antes de que termine la década.
Pero estos proyectos de gran envergadura representan solo una parte de las ambiciones espaciales del país. Cada vez más, la atención se centra también en la industria espacial comercial. El creciente negocio espacial privado del país está menos enfocado en traer prestigio y gloria a la nación y más a reducir el coste de los vuelos espaciales, aumentar su influencia internacional y ganar dinero.
El investigador de la Universidad de Cornell (EE. UU.) especializado en política exterior china Lincoln Hines afirma: "El estado es realmente bueno en proyectos ambiciosos y grandes como ir a la Luna o desarrollar un gran satélite de reconocimiento. Pero no responde a las necesidades del mercado", que es una importante manera de fomentar el rápido crecimiento tecnológico y la innovación. Y añade: "Creo que el Gobierno chino opina que su sector espacial comercial podría complementar al estatal".
¿Cuáles son las necesidades del mercado a las que se refiere Hines? Se trata de los satélites y de los cohetes para ponerlos en órbita. El sector espacial está experimentando un renacimiento gracias a dos grandes tendencias impulsadas por la industria comercial: podemos fabricar satélites por menos dinero haciéndolos más pequeños y utilizando hardware estándar; y también podemos crear cohetes por menos dinero con materiales más baratos o reutilizando propulsores (SpaceX fue el primero en llevarlo a cabo con su Falcon 9). Estas tendencias significan que actualmente resulta más barato enviar algo al espacio y, en consecuencia, los precios de los servicios y datos que los satélites pueden ofrecer también han bajado.
China ha visto una oportunidad en eso. Un informe de 2017 del Bank of America Merrill Lynch estima que la industria espacial podría alcanzar un valor de hasta 2,2 billones de euros en 2030. Pisar la Luna y establecer una colonia lunar podría ser una declaración de poder nacional, pero asegurar la participación en este negocio tan altamente lucrativo quizás es incluso más importante para el futuro del país.
"En el futuro, habrá decenas de miles de satélites esperando ser lanzados, y eso es una gran oportunidad para Galactic Energy", afirma el portavoz de la empresa, Wu Yue. El problema consiste en que China tiene que recuperar décadas de terreno perdido ante Occidente.
¿Cómo llegó China hasta aquí y por qué?
Hasta hace poco, la actividad espacial de China ha estado muy dominada por dos empresas estatales: China Aerospace Science & Industry Corporation Limited (CASIC) y China Aerospace Science and Technology Corporation (CASC). Algunas empresas espaciales privadas han podido operar en el país durante un tiempo: por ejemplo, China Great Wall Industry Corporation Limited (en realidad una subsidiaria de CASC), que ha realizado lanzamientos comerciales desde que se fundó en 1980.
Pero, en general, la industria espacial comercial de China no ha existido. Resultaba muy caro construir y lanzar satélites, que eran demasiado pesados y voluminosos así que solo los cohetes más grandes podían llegar a la órbita. Los costes eran demasiado altos para cualquier empresa que no se financiara de presupuestos nacionales.
Todo eso cambió en la última década cuando se desplomaron los costes de la fabricación de satélites y del lanzamiento de cohetes. En 2014, un año después de que Xi Jinping asumiera el cargo de nuevo líder de China, el Gobierno chino decidió tratar el desarrollo civil del espacio como un área de innovación clave, como ya había empezado a hacer con la inteligencia artificial (IA) y la energía solar. Ese año emitió una directiva de política denominada Documento 60 para permitir grandes inversiones privadas en las empresas interesadas en participar en la industria espacial.
"El objetivo fundamental de Xi era desarrollar un ecosistema espacial que incluyera al sector privado para que China pudiera convertirse en un actor crucial en la tecnología, incluso en el espacio civil y aéreo. Seguía el ejemplo del sector privado estadounidense para fomentar la innovación de un grupo de talentos que se extendía más allá de las organizaciones financiadas por el estado", asegura la experta en geopolítica Namrata Goswami, quien lleva muchos años estudiando el programa espacial de China.
Como resultado, actualmente hay 78 empresas espaciales comerciales en China, según un informe de 2019 del Instituto de Análisis de Defensa (IAD). Más de la mitad se han fundado desde 2014 y la gran mayoría se dedica a la fabricación de satélites y a servicios de lanzamiento.
Por ejemplo, Galactic Energy, fundada en febrero de 2018, construye su cohete Ceres para ofrecer un servicio de lanzamiento rápido para cargas útiles individuales, mientras que su cohete Pallas se está creando para desplegar constelaciones enteras. La empresa rival i-Space, creada en 2016, se convirtió en julio de 2019 en la primera empresa comercial china en llegar al espacio con su Hyperbola-1. Su objetivo son los impulsores reutilizables de primera etapa capaces de aterrizar verticalmente, como los de SpaceX. Lo mismo pasa con LinkSpace (formada en 2014), aunque también espera poder usar cohetes para entregar paquetes de una ubicación terrestre a otra.
Spacety, fundada en 2016, quiere cumplir con los pedidos de los clientes para construir y lanzar sus pequeños satélites en solo seis meses. En diciembre lanzó una versión en miniatura de un satélite que utiliza imágenes de radar en 2D para crear reconstrucciones en 3D de paisajes terrestres. Unas semanas después, publicó las primeras imágenes tomadas por el satélite, Hisea-1, con una resolución de tres metros. Spacety quiere lanzar una constelación de estos satélites para ofrecer imágenes de alta calidad a bajo coste.
En gran medida, China está siguiendo el mismo plan elaborado por EE. UU.: utilizar contratos gubernamentales y subsidios para ayudar a estas empresas. Las compañías estadounidenses como SpaceX se beneficiaron enormemente de los contratos de la NASA que pagaron millones de dólares para construir y probar cohetes y vehículos espaciales para entregar carga a la Estación Espacial Internacional. Con esa experiencia, SpaceX pudo atraer a más clientes con mayor confianza.
El capital de riesgo es otra ruta comprobada que funciona. El informe de la IAD estima que la financiación de capital de riesgo para las empresas espaciales chinas ascendió a 424 millones de euros en 2018, muy por debajo de los 1.808 millones de euros que recaudaron las empresas estadounidenses, pero mucho para una industria que en realidad comenzó hace solo siete años. Al menos 42 empresas no tenían financiación pública conocida.
Gran parte del apoyo del Gobierno que reciben estas empresas no tiene un origen federal, sino provincial. "[Estas compañías] llevan el desarrollo de alta tecnología a comunidades locales. A cambio, el Gobierno local les da más autonomía", destaca Hines. Aunque la mayoría tiene su sede en Pekín (China), muchas cuentan con instalaciones en Shenzhen, Chongqing (ambas en China) y otras áreas que podrían atraer talento de las universidades locales.
También hay una ventaja específica de China: la fabricación. "¿Cuál es el mejor país para las necesidades de fabricación? Es China. Se trata del centro de la fabricación del mundo", afirma el CEO de la sede de Spacety en Luxemburgo, James Zheng. En su opinión, el país está en una mejor posición que cualquier otro para aprovechar la nueva necesidad de la industria espacial de producir satélites y cohetes a gran escala.
Haciendo amigos
La razón estratégica más esencial para fomentar el sector espacial privado es la creación de oportunidades para la colaboración internacional, especialmente para atraer a clientes que no quieren verse conectados con el Gobierno chino. (Las agencias estadounidenses y los contratistas gubernamentales, por ejemplo, tienen prohibido trabajar con cualquier grupo financiado por el régimen). El Documento 60 y otros emitidos por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China tenían como objetivo no solo promover la innovación tecnológica, sino también atraer la inversión extranjera y maximizar una base de clientes más allá de las fronteras chinas.
"China se ha dado cuenta de que hay ciertas cosas que no puede conseguir por sí sola", resalta el experto en políticas espaciales de la Universidad de Nebraska en Lincoln (EE. UU.) Frans von der Dunk. Las empresas chinas como LandSpace y MinoSpace han trabajado para acumular fondos a través de la inversión extranjera, escapando de la dependencia de los subsidios estatales. Y al evitar la financiación estatal, la empresa también puede evitar una serie de restricciones sobre lo que puede y no puede hacer (como las limitaciones para hablar con los medios). La inversión extranjera también facilita la posibilidad de competir a escala global: ayuda a llegar a clientes de todo el mundo, lanzar desde otros países y traer talento de fuera de China.
Aunque China se sigue inspirando en Estados Unidos para desarrollar su industria privada, la naturaleza del estado chino también supone que estas nuevas empresas se enfrentan a obstáculos de los que sus rivales en Occidente no tienen que preocuparse. Si bien las empresas chinas pueden parecer privadas, aún deben someterse a las instrucciones y el control del Gobierno chino, y aceptar cierto nivel de interferencia. Puede resultarles difícil demostrar ante posibles clientes extranjeros que son independientes.
La distinción entre las empresas verdaderamente privadas y aquellas que son más o menos estatales es todavía bastante difusa, especialmente si el Gobierno es uno de sus clientes habituales. "Eso aún podría llevar a la falta de confianza de otros socios", destaca Goswami. No ayuda el hecho de que el propio Gobierno a menudo se muestre muy elusivo sobre los planes de su programa nacional.
Hines añade que no siempre está claro exactamente lo independientes que son estas empresas de, digamos, el Ejército Popular de Liberación, dados los vínculos históricos entre el sector espacial y el de defensa. "Algunas de estas cuestiones plantearán grandes obstáculos para el sector espacial comercial mientras intenta expandirse", asegura.
Otros retos
Ninguna de estas nuevas empresas es todavía rentable, y pasará bastante tiempo antes de que alguna lo sea. "No hay indicios de que esta industria vaya a fracasar. Pero un gran número de expertos cree que muchas de estas empresas cerrarán", opina Hines. Aparte del desafío de atraer clientes fuera de China, una gran cantidad de empresas todavía tratan de averiguar quiénes deberían ser exactamente sus clientes.
Las compañías estadounidenses como SpaceX y Blue Origin tenían fundadores multimillonarios dispuestos a gastar su dinero para asumir grandes riesgos, superar grandes fracasos y finalmente despegar. Y aunque un multimillonario chino entró en la industria el año pasado "no existe un Elon Musk chino que impulse estas empresas más arriesgadas", señala Hines. Tampoco está claro si las empresas chinas, incluso las respaldadas por los patrocinadores muy ricos, tendrán ese apetito por el riesgo.
Zheng destaca que Spacety ha ofrecido una transparencia excepcional con sus clientes de satélites, algo que todavía resulta poco común para las empresas chinas. Y añade: "Muchas no tienen ningún tipo de experiencia en vuelos espaciales. Quieren ver y aprender lo que sucede, pero las grandes empresas no lo permiten. Somos diferentes".
Por último, China necesita crear un marco legal que pueda guiar a su industria comercial en términos más explícitos y especificar qué está permitido y qué no. Es la única gran potencia espacial sin una ley espacial específica. (La versión estadounidense es el Título 51 del Código de Estados Unidos). Si bien existe la esperanza de que cualquier empresa pueda generar innovación, los gobiernos nacionales siguen siendo responsables de cualquier actividad espacial que realicen sus empresas privadas. Es necesario autorizar y aprobar estas misiones, garantizando así que los gobiernos sepan qué es lo que apoyan.
A pesar de todo esto, la industria espacial de China está avanzando. Estas nuevas start-ups no solo han adoptado las prácticas comerciales estadounidenses, también han comenzado a instaurar la cultura de las empresas emergentes estadounidenses para fomentar sus relaciones comerciales y crecer. Durante mi videollamada con Zheng de Spacety, el CEO de la compañía, Yang Feng, apareció brevemente para saludarme, al regresar de una fiesta en la que había estado charlando y disfrutando con muchos compañeros y socios de la industria. Zheng concluye: "Es parte de nuestra forma de hacer negocios actualmente. La innovación no es solo una nueva tecnología en sí misma, también es una nueva manera de hacer las cosas".