Aunque las cartillas de vacunación existen desde hace años, usarlas en esta pandemia para gestionar permisos y accesos podría crear situaciones de discriminación y todavía no sabemos si las vacunas impiden el contagio asintomático, además de los enormes retos técnicos para encajar los distintos sistemas locales y nacionales
Algo que parecía imposible al inicio de la pandemia se ha hecho realidad: las vacunas contra el coronavirus (COVID-19) ya están aquí y han llegado en un tiempo récord. No obstante, mientras los distintos países definen sus planes de vacunación masiva, la sociedad todavía espera respuestas a algunas preguntas fundamentales. ¿Quién recibirá la vacuna? ¿Cómo sabremos quién la ha recibido? ¿Exigirán las empresas, las escuelas o los gobiernos ver nuestro registro de vacunación antes de dejarnos acceder a esos sitios?
Probablemente haya escuchado algo sobre "los certificados de vacunación" o "los pasaportes de inmunidad", herramientas analógicas o digitales para demostrar que una persona está vacunada. Algunos expertos los promueven como una forma de recuperar la normalidad, mientras que otros advierten sobre los riesgos de privacidad y de que provoquen discriminaciones y abusos.
Estos debates casi siempre son especulativos, pero los problemas subyacentes de privacidad, verificación y uso ético no son exclusivos de la vacuna. Varios gobiernos y empresas ya utilizan algunos registros diarios relacionados con la COVID-19 para tomar decisiones sobre quién puede hacer qué trabajo. Esto es lo que sabemos.
Los registros de vacunación no son nuevos, pero habrá nuevas formas de usarlos
No hay nada de revolucionario en la necesidad de demostrar que alguien ha recibido una vacuna. Algunos países requieren pruebas de la administración de la vacuna contra la fiebre amarilla antes de pasar la aduana, y muchas escuelas no permiten que los niños se matriculen a menos que sus cartillas con las vacunas obligatorias estén al día. El seguimiento oficial de quién recibe qué vacuna tampoco es nuevo. Gobiernos nacionales y locales de todo el mundo tienen registros a los que los médicos envían sus informes de vacunación.
Pero están ocurriendo muchas cosas fuera del ojo público para intentar expandir estos usos, y en algunos casos, están pasando muy deprisa. Gobiernos, aerolíneas, empresarios, universidades y muchos otros grupos ya están debatiendo cómo y por qué las personas deberán mostrar sus registros médicos verificados.
Algunos de los términos que se utilizan resultan confusos, como el "pasaporte de vacunación". En algunos casos, estos registros pueden funcionar como un pasaporte real; por ejemplo, al llegar al aeropuerto de un nuevo país, una persona saca su teléfono inteligente y escanea el registro digital de su vacunación o de su prueba de diagnóstico negativa. Pero esos mismos registros también podrían servir como autorización de trabajo o como pase de acceso a restaurantes, bares y centros comerciales.
Los defensores de este planteamiento argumentan que la acreditación sanitaria digital podría ayudarnos a volver a la "normalidad", pero existen muchos obstáculos para hacer realidad estas ideas, tanto a nivel médico como técnico.
Inmunidad no significa seguridad
Aunque varias vacunas parecen altamente efectivas para prevenir los síntomas de la COVID-19, no sabemos si evitan que las personas contraigan y propaguen el virus de forma asintomática. Los ensayos de la vacuna de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y AstraZeneca sugirieron que podría limitar la transmisión de los portadores asintomáticos, pero los ensayos de Pfizer y Moderna no sometieron a los participantes a pruebas regulares para detectar el virus, si no presentaban síntomas.
Se necesitan más datos para demostrar de manera concluyente que la vacunación impide contagiar con la COVID-19 a otras personas y saber cuánto tiempo dura la inmunidad. También es importante recordar que lo que resulta cierto para una vacuna puede no serlo para otra.
Sin estos cruciales datos, la confirmación de vacunación solo constata que una persona recibió una vacuna en una fecha concreta, no que no tenga y no pueda contraer la enfermedad. Por eso, una prueba negativa de COVID-19 sigue siendo la mejor evidencia de que una persona no es contagiosa. Y dado que estos test están lejos de ser perfectos, aún deberíamos seguir las pautas de salud pública sobre cómo limitar la propagación, siempre que se pueda.
Los registros digitales ayudan a combatir la información falsa
Ya existe un mercado negro en auge de los resultados falsos de pruebas de diagnóstico, el cual está disminuyendo la confianza en los informes impresos e impulsando la demanda de documentos digitales a prueba de trampas.
Muchos gobiernos, así como aerolíneas y otras empresas están probando o negociando crear apps de "pase sanitario", que permiten a los usuarios solicitar a los laboratorios y sistemas sanitarios participantes que envíen sus resultados de pruebas autenticados y otros datos directamente a la app para evitar problemas de verificación.
Hay muchas empresas involucradas, como IBM, Commons Project y COVID Credentials Initiative. Están abordando el problema desde diferentes ángulos, pero al final persiguen el mismo objetivo: permitir que las personas compartan la información requerida sobre su salud, al tiempo que protegen otra información privada. No obstante, todavía es demasiado pronto para confiar en cualquiera de estos métodos para conseguir una solución rápida y generalizada.
Vincular sistemas resulta muy difícil
Por ahora, los fabricantes de los pases sanitarios se centran principalmente en los resultados de las pruebas de diagnóstico, pero cualquiera de esas tecnologías podría aplicarse igual de bien para los registros de vacunación, si todos los sistemas funcionaran conjuntamente.
Lamentablemente, se trata de un desafío mucho mayor que una simple firma de acuerdos con un par de grandes empresas que realizan los test de diagnóstico. Conectar cualquier sistema a nivel transnacional implica navegar por un mosaico de idiomas, bases de datos y leyes de privacidad. Incluso en Reino Unido, donde el Sistema Nacional de Salud mantiene una base de datos de los receptores de vacunas, el Gobierno ha dejado en suspenso cualquier debate sobre los "pasaportes" de vacunas.
La acreditación general de vacunación podría ser casi imposible en EE. UU., donde los datos de los pacientes están fragmentados en decenas de miles de empresas de atención médica. Olvídese de los estándares de interoperabilidad digital: muchos médicos estadounidenses todavía dependen de las máquinas de fax para enviar los informes. A pesar de que casi toda la vacunación queda inscrita en los registros estatales o locales, el uso de esas bases de datos para la verificación digital se podría enfrentar a varias barreras legales y tecnológicas.
Ninguna solución funcionará para todos
Incluso si se crean estas herramientas, el hecho de no permitir a las personas algunas actividades ordinarias en función de su estado de vacunación plantea serias dudas éticas y legales. Clasificar a las personas según su estado de vacunación resulta difícil porque ningún país ha hecho de la vacunación algo obligatorio hasta ahora, y hay muchos casos en los que las personas no podrían vacunarse, por ejemplo, mujeres embarazadas o personas que padecen alergias graves, a quienes no se les recomienda recibir la vacuna hasta que no haya más datos.
Por otro lado, algunas personas no pueden o no quieren usar teléfonos inteligentes para gestionar sus registros médicos. Esta situación podría producirse especialmente entre los grupos más afectados por la pandemia, incluidos los ancianos, las personas sin hogar y las personas indocumentadas. Y dados los desafíos con los que se enfrentan incluso los países con muchos recursos, resulta difícil imaginar que todas las clínicas de vacunación del mundo ofrezcan códigos QR con sus vacunas.
Sea como sea, estamos muy lejos de volver a la normalidad
Independientemente del entusiasmo que rodee al uso de certificados de vacunación u otra verificación para volver a la "normalidad", existen muchas razones para dudar de cualquier solución de alta tecnología. Incluso si todas las capas necesarias de infraestructura digital y analógica comienzan a comunicarse entre sí, todavía no sabemos si la vacunación mantiene a las personas alrededor a salvo.
En este momento, vivimos en un mundo que ha demostrado un verdadero progreso: vacunas creadas en un tiempo asombroso. Sus dosis ya se están embarcando en aviones y camiones para llegar a personas de todo el mundo. Mientras tanto, esperemos.