Mientras que los países ricos comen mucho más de lo que deberían, los países en vías de desarrollo no llegan a las cantidades recomendadas. Además, la tendencia a primar el consumo de proteína animal de vacuno y cerdo frente a alternativas más sostenibles genera un impacto medioambiental enorme
Nuestros hábitos alimenticios dicen mucho sobre nosotros, y eso se ve perfectamente nuestra forma de consumir proteínas. Casi una quinta parte de la población mundial no tiene suficiente, mientras que las personas de los países más ricos ingieren muchas más de las que necesitan.
La gente también tiende a comer más carne a medida que se hace más rica. Eso tiene grandes consecuencias para el medio ambiente: la cría de ganado requiere enormes cantidades de tierra y cultivos y actualmente genera casi 20 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Estados Unidos y Europa han sido obstinadamente adictos a la carne durante décadas, comiendo mucho más de los 50 gramos por persona al día recomendados.
China y Brasil también han consumido más carne a medida que sus economías han crecido.
Pero las personas no están necesariamente condenadas a volverse carnívoras a medida que salen de la pobreza. Los más de 1.000 millones de habitantes de la India no ha cambiado mucho sus hábitos de consumo de carne.
Incluso aunque el nivel de riqueza del país haya aumentado mucho.
Cualquier carnívoro debería reflexionar sobre esto.
Aproximadamente 2/5 del terreno en la Tierra (sin contar la Antártida) se utiliza para producir alimentos, y cambiar el uso del suelo para alimentar a las vacas y ovejas que come la gente come tiene un impacto enorme.
Las alternativas proteicas más ecológicas como los insectos y la carne cultivada reciben mucha atención, pero siguen siendo mucho más caras que las carnes básicas (y, en general, no son tan sabrosas).
Pedir a culturas enteras que abandonen la carne no es realista. Pero nuestro ritmo actual de consumo tampoco lo es. Tendremos que recortar de algún lado