Aunque la lucha contra la emergencia climática ha sido uno de los puntos fuertes de la campaña del nuevo presidente de EE. UU., le resultará complicado aprobar leyes agresivas sin el control demócrata del Senado. Pero dispone de otro tipo de estrategias para avanzar.
La victoria de Joe Biden en las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos también será una victoria para la lucha contra la emergencia climática. Pero, su capacidad para impulsar cualquier ley radical se verá seriamente limitada si, como parece probable, los republicanos terminan manteniendo el control del Senado de EE. UU.
El profesor de políticas públicas en la Harvard Kennedy School (EE. UU.) David Keith opina: "La posibilidad de Biden de llevar a cabo algo grande en relación al cambio climático me parece bastante reducida. La realidad es que habrá muchas otras prioridades para la primera administración de Biden... sabiendo que tiene un mandato muy débil".
Hasta hace una semana y media, los republicanos y los demócratas tenían 48 escaños cada uno en el Senado, pero la victoria de la senadora Susan Collins en Maine (EE. UU.) ha inclinado las probabilidades hacia los republicanos que se aferran al control de la Cámara. La división 50-50 en el Senado daría ventaja a los demócratas, ya que su vicepresidenta, Kamala Harris, tendría el voto de calidad en caso de empate.
Muchos analistas nunca han confiado en las probabilidades de Biden de sacar adelante cada parte de su propuesta de invertir casi dos billones de dólares en esfuerzos climáticos, un ambicioso paquete de políticas claramente moldeado por el apoyo progresivo al programa Green New Deal (Nuevo Pacto Verde). Y si los demócratas no llegan a controlar el Senado, será difícil aprobar cualquier ley climática importante. Además, las medidas necesarias para que el país se encamine hacia la eliminación de las emisiones del sector energético para 2035 lograr cero emisiones netas en toda la economía para 2050, que son los objetivos centrales de las propuestas de Biden podrían estar ya fuera de alcance.
No obstante, la administración de Biden aún podría conseguir algunos avances climáticos. Pero, gran parte tendrían que ejecutarse a través de acciones ejecutivas y dentro de las agencias federales, como ya pasó mayoritariamente con durante los mandatos de Barack Obama. Estos pasos tendrían más dificultades para sobrevivir a los desafíos jurídicos con el Tribunal Supremo que se ha vuelto más conservador, con Amy Coney Barrett en el puesto de la fallecida Ruth Bader Ginsburg.
Biden se ha comprometido a firmar una serie de órdenes ejecutivas en su primer día en el cargo, incluidas las medidas para imponer límites de contaminación por metano en las operaciones de petróleo y gas; impulsar estándares más altos de economía de combustible para vehículos bajo la Ley de Aire Limpio; y destinar cientos de miles de millones de dólares en vehículos de cero emisiones y recursos de energía limpia.
También podría trabajar para revertir las docenas de iniciativas de Trump para recuperar las anteriores políticas climáticas y ambientales pidiendo a los tribunales que detengan los litigios pendientes o rescindiendo y reemplazando las normas de la administración, como ha explicado en un hilo de Twitter la profesora de derecho de la Universidad de Harvard (EE. UU.) y consejera sobre los temas de medio ambiente en la Casa Blanca de Obama, Jody Freedman.
Según las estimaciones anteriores del impacto de las políticas de Trump, restablecer o poner fin a los retos jurídicos contra las regulaciones como la Ley de Aire Limpio, el Plan de Energía Limpia y la capacidad de los estados como California (EE. UU.) para establecer sus propios estándares de emisiones de vehículos, podría evitar la liberación de miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero.
Las medidas ejecutivas "no son necesariamente la forma de política más duradera, como aprendimos bajo la administración de Trump. Pero, seguro que funcionan ", afirma la profesora de política energética y ambiental en la Escuela Fletcher de la Universidad de Tufts (EE. UU.) Kelly Sims Gallagher.
También es probable que la administración de Biden elimine rápidamente la lista de negacionistas climáticos, grupos de presión de combustibles fósiles y ejecutivos petroleros que Trump colocó en puestos de poder en las agencias federales; que ponga fin a la supresión de los informes científicos; y que restaure la confianza del Gobierno federal en los científicos y otros expertos para tomar decisiones críticas sobre el cambio climático (y otros temas cruciales como la pandemia de la COVID-19).
Pero los analistas creen que aún podría haber oportunidades para lograr un progreso climático más duradero mediante la aprobación de nuevas leyes.
En concreto, existe un amplio apoyo para un paquete de estímulo económico en medio de la recesión impulsada por la pandemia. Dicho proyecto de ley podría incluir una importante financiación para investigación y desarrollo en áreas como la energía nuclear de próxima generación y las tecnologías de captura, eliminación y almacenamiento de carbono, asegura el director del programa para el Medio Ambiente y Energía del grupo de expertos de centro izquierda Third Way de Washington (EE. UU.), Josh Freed. También podría incluir programas de formación en energías renovables y otros sectores de energía limpia. La administración de Obama utilizó el estímulo económico a raíz de la recesión de 2008-09 para destinar alrededor de 90.000 millones de dólares (unos 76.000 millones de euros) de inversión federal a industrias verdes.
También hay un apetito bipartidista por un proyecto de ley de infraestructura, que podría suponer inversiones en las líneas de transmisión de electricidad, parques eólicos marinos, protecciones de la costa y otras medidas de adaptación climática.
Pero Freed destaca que la cantidad de inversión relacionada con el medio ambiente que se podrá incluir en estas medidas dependerá del nivel de cooperación del senador republicano de Kentucky (EE. UU.) Mitch McConnell, quien probablemente seguirá siendo el líder de la mayoría. También hay presión para promulgar, al menos, una primera ronda de estímulos antes del final de año.
Finalmente, en el frente internacional, Biden se comprometió a volver a unirse al Acuerdo de París (Francia), del que Estados Unidos salió oficialmente hace dos semanas. Volver al redil internacional no crearía en sí mismo ninguna nueva política climática nacional. Pero requeriría que Estados Unidos presente un nuevo conjunto de compromisos para reducir las emisiones antes de la próxima Conferencia de Cambio Climático de la ONU en 2021, así como un plan para rebajar la contaminación atmosférica a mediados de siglo, explica Gallagher.
Igual de importante es que el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París fortalecería la alianza global en torno a los problemas climáticos y presionaría más a otros países para que cumplan o intensifiquen sus compromisos. Pero, después del reinado de Trump con el lema "Estados Unidos primero", durante el cual sistemáticamente trastocaba las más importantes alianzas comerciales y militares, también puede que simplemente se necesite tiempo para restaurar parte de la credibilidad de la nación.
"Es posible que Estados Unidos tenga que desempeñar un papel menos importante que en el pasado en la creación de la agenda hasta que haya recuperado suficiente confianza", concluye Gallagher.