La pandemia ha impactado aún más en la gente que no tiene acceso a internet. Para ayudarles, el proyecto voluntario financiado con donaciones NYC Mesh instala nodos para crear una red en malla capaz de conectar al 40 % de hogares de Nueva York que carece de acceso seguro de banda ancha
En una fresca y soleada mañana de agosto, el ingeniero de software Rodrigo Espinosa de los Monteros subió 22 plantas hasta la azotea de un edificio de Manhattan (EE. UU.) en el que no vivía. Allí le esperaba el diseñador acústico y compañero voluntario del proyecto de base inalámbrica NYC Mesh, Willem Boning, junto a dos mochilas llenas de equipos de redes. Su destino era una antena inalámbrica de plástico de 30 centímetros de altura, con forma de una antena parabólica cuadrada y montada en el borde del techo. La antena es un "nodo" de la red de dispositivos propiedad de la comunidad de NYC Mesh, que cubre partes de la ciudad de Nueva York con wifi gratuito a través de una red en malla.
Directamente delante de Espinosa y Boning se alzaba el antiguo edificio Verizon, actualmente propiedad de Sabey y ocupado por trabajadores del Gobierno municipal y del Departamento de Policía de Nueva York. NYC Mesh paga un alquiler a centros de datos como Sabey por el derecho a construir supernodos en las vías clave de acceso a internet, donde el tráfico inalámbrico se enlaza con el resto de la web. NYC Mesh luego distribuye el ancho de banda de forma inalámbrica, brindando nuevas opciones de acceso a internet a las personas que viven donde el servicio del ISP (Internet Service Provider, proveedor de servicios de internet) no llega o no es seguro. NYC Mesh cubre sus costes con las donaciones de sus usuarios.
Sin la presión de los competidores locales, los ISP pueden obligar a los clientes de regiones desatendidas a conformarse con las conexiones poco seguras a precios elevados.
Desde donde estaban los voluntarios, el supernodo ubicado en lo alto del edificio Sabey, una monstruosidad de varias antenas responsables de conectar gran parte de la red de la ronza a los nodos de Brooklyn (EE. UU.). Ante ellos, con la señal del supernodo, había cuatro edificios residenciales demasiado bajos para formar un ángulo con las antenas sobre ellos. Durante las siguientes dos horas y media, Boning y Espinosa, junto con otro voluntario que ayudaba en remoto con la configuración, trabajaban para crear una ruta para el tráfico de internet a esos edificios a través del nodo en la azotea a la que habían subido. Espinosa de los Monteros recuerda: "En cuanto me enteré lo que era Mesh pensé, 'Oh, esto es genial".
En el Bajo Manhattan, que tiene una red subterránea de fibra óptica, los residentes aún dependen de las conexiones inalámbricas para enrutar su internet desde la fibra hasta sus apartamentos. Para este paso, los inquilinos a menudo están restringidos por los contratos de construcción a comprar servicios de un solo proveedor comercial de internet. "Ni siquiera las personas que pueden pagarse internet están contentas", asegura la administradora universitaria y voluntaria de NYC Mesh Jillian Murphy. En enero, la oficina del alcalde publicó un informe de 88 páginas sobre la "brecha digital", que estima que alrededor del 40 % de los hogares de la ciudad, cerca de 3,4 millones de personas, carece de acceso seguro a la conexión por banda ancha.
Foto: Beneficio neto: NYC Mesh casi ha duplicado su tamaño cada año desde 2014 y ahora tiene 561 nodos activos en toda la ciudad. Cortesía de NYC Mesh
NYC Mesh emprendió su primer proyecto a principios de 2014. Cada año, su número de nodos casi se ha duplicado y ahora dispone de 561 nodos activos. En el mismo período, han surgido docenas de otros proyectos de redes comunitarias en todo el país, cubriendo los lugares donde los ISP comerciales se niegan a actualizar la fibra antigua. Sin la presión de los competidores locales, los ISP pueden obligar a los clientes en las regiones desatendidas a conformarse con las conexiones poco seguras a precios elevados.
El 40 % de los hogares de la ciudad de Nueva York carece de acceso seguro de banda ancha
La pandemia no ha hecho más que intensificar esa necesidad. Con gran parte de la vida diaria obligatoriamente online, algunas comunidades locales han estado cubriendo sus barrios con wifi gratuito para ayudar a quienes más lo necesitan. En San Rafael, California (EE. UU.), por ejemplo, el distrito de clase trabajadora de Canal tiene una de las tasas más altas de casos de coronavirus (COVID-19) de su región así como algunos de los accesos inalámbricos más irregulares.
Durante el verano, una coalición de activistas, funcionarios y patrocinadores corporativos buscaron la forma de construir una nueva red de malla urbana a tiempo para llevar a los alumnos de Canal a sus aulas virtuales este otoño. Desde entonces, la nueva malla, Canal WiFi, se ha transformado en una plataforma comunitaria multipropósito, que ofrece a los 12.000 residentes de Canal información en inglés, español y vietnamita sobre cualquier tema, desde la protección contra desalojo hasta los test de coronavirus y apoyo a la inmigración.
Una semana antes de que Espinosa y Boning se encontraran en aquella azotea, la tormenta tropical Isaías había azotado la ciudad con velocidades de viento comparables a las del huracán Sandy, provocando cortes masivos de energía. Más de 130.000 neoyorquinos se quedaron sin electricidad, algunos durante semanas. La pérdida de conexión se convirtió en otro desastre, demostrando que la resistencia de la red es aún más importante. Desde que comenzaron los confinamientos, el interés "se ha mantenido bastante alto. Especialmente porque muchas personas de repente necesitan mejor internet o más rápido, o perdieron su trabajo y ya no pueden pagar los ISP comerciales", concluye Murphy.