Los niveles de ruido experimentados durante la paralización repentina de la economía y el ocio a causa del coronavirus demuestran la contaminación acústica habitual generada por la actividad humana y permiten escuchar el sonido habitual de la Tierra, que generalmente acaba ensordecido
Cuando empezó el confinamiento en marzo, el mundo se silenció inmediatamente, de una forma extraña. Las calles se vaciaron. Los deportistas y las familias desaparecieron de los parques. Los proyectos de construcción se paralizaron. Las tiendas cerraron.
La red de estaciones de control sísmico en todo el mundo acaba de cuantificar este período de silencio sin precedentes. La investigación resultante sobre el "silencio sísmico", publicada recientemente en Science, demuestra cuánto ruido emitimos a nuestro alrededor y ha permitido que los científicos escuchen como nunca qué sucede bajo nuestros pies.
El investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México en Querétaro (México) Raphael De Plaen, uno de los 76 autores del artículo, afirma: "Podemos decir con seguridad que nunca hemos visto un período tan largo de silencio humano en la sismología moderna".
La mayoría de las veces, el ruido sísmico, o las vibraciones de la tierra, se asocian a los terremotos. Pero la sismología también escucha la interacción entre la tierra y el agua, rastreando las olas oceánicas y los cambios de presión atmosférica, por ejemplo. Los humanos somos la tercera mayor fuente del ruido sísmico. Las actividades urbanas diarias, como los desplazamientos, y los estadios llenos de forofos que enloquecen al mismo tiempo provocando los "terremotos de fútbol", son suficientemente fuertes para registrarse en los sismómetros.
La coautora de la Royal Holloway University de Londres (Reino Unido) Paula Koelemeijer subraya: "Tenemos el transporte, como coches, trenes, tráfico, autobuses. Están los comercios minoristas y el ocio, no solo las personas que se van de compras, sino también las que acuden a los parques. También, los lugares de trabajo y residencias". En circunstancias normales, este ruido humano se fusiona y amortigua los sonidos de la actividad sísmica natural.
Hasta ahora, ha sido difícil determinar exactamente cuánto de nuestro comportamiento afecta a los niveles de ruido de fondo. Así que el confinamiento se ha convertido en una oportunidad única para que los investigadores no solo controlen la actividad humana, sino que también escuchen el ruido sísmico que de otro modo quedaba ensordecido por el de nuestra actividad.
El equipo utilizó los datos recopilados de 268 estaciones de control sísmico en todo el mundo. Incluyeron los sismógrafos altamente técnicos de en varias instituciones académicas. Pero alrededor del 40 % de los datos proceden de Raspberry Shakes, de los sismógrafos personales construidos y utilizados por los aficionados. El grupo usó estos dispositivos junto con los datos anónimos de movilidad recogidos por Google y Apple para detectar el movimiento humano. Luego compararon esas observaciones con los informes sobre el ruido sísmico para determinar si los eventos sísmicos eran humanos o naturales.
De las 268 estaciones, 185, el 69 %, mostraron importantes reducciones en el ruido ambiental sísmico de alta frecuencia, el cóctel del ruido producido por el hombre y por el ambiente natural que nos rodea. Este silencio empezó a finales de enero en China y a mediados de marzo invadió el mundo.
Aunque los períodos entre Navidad y Año Nuevo y durante el Año Nuevo chino suelen ser los más tranquilos, esta vez la diferencia fue aún más notable. En Sri Lanka, por ejemplo, se produjo una reducción del 50 % del ruido, la mayor medida por los investigadores. Los domingos en el Central Park de Nueva York (EE. UU.) suelen ser muy animados, pero durante el confinamiento se registró una disminución del 10 % frente a las semanas anteriores. Incluso los sensores enterrados profundamente debajo de la superficie notaron la repentina falta de actividad humana. Un observatorio alemán ubicado a unos 152 metros bajo una roca detectó una caída en las vibraciones después del inicio del confinamiento.
Vídeo: Cortesía de T. Lecocq 'et al'.
Las tendencias del ruido también dieron pistas sobre la migraciones humanas. De Plaen asegura que la frontera entre México y EE. UU. mostró un aumento en el ruido sísmico humano, a pesar de que ambos lados de la frontera permanecían inactivos. Los sismógrafos de los ciudadanos detectaron notables caídas del ruido alrededor de las escuelas y universidades.
El estudio en sí fue producto de la pandemia. El autor principal y sismólogo del Observatorio Real de Bélgica, Thomas Lecocq, había estado escribiendo un código para comprender mejor cómo separar el ruido sísmico del generado por humanos. Él y algunos de sus colegas se intercambiaron mensajes directos por Twitter y se coordinaron a través de los grupos de WhatsApp antes de crear un grupo de Slack el 1 de abril para organizar su investigación. El grupo de Slack, combinado con el acceso a Raspberry Shakes, amplió los datos y los fortaleció. "No es muy frecuente poder publicar resultados después de menos de cuatro meses de trabajo", destaca De Plaen.
La disminución del ruido humano también permitió a los científicos escuchar el funcionamiento interior de la Tierra más de cerca que nunca, sin que la actividad humana lo taparan. Esto podría aumentar nuestro conocimiento sobre los terremotos, especialmente sobre los pequeños en los centros urbanos que se suelen esconder detrás del ruido sísmico humano. Los terremotos más pequeños son fundamentales para poder controlar las fallas geológicas, y sirven como predictores de futuros terremotos más grandes.
Ahora, los científicos tienen un conjunto de datos de referencia para trabajar. De Plaen confirma: "[En la actualidad] podemos estudiar [las relaciones entre la actividad humana y la sismología. Ahora somos capaces de entender con un alto nivel de resolución qué es lo que genera el ruido: la Tierra o los humanos".
A medida que el mundo abandona el confinamiento, los científicos esperan que esta comprensión del ruido causado por los humanos también ayude a comprender mejor cómo nos movemos y vivimos, con solo escuchar.
Tampoco es que el ruido humano haya desaparecido. El sismógrafo de Koelemeijer subía algunas mañanas, cuando la lavadora de un vecino llegaba al ciclo de centrifugado. Incluso en las profundidades del período más silencioso de la historia humana, la experta concluye que "los entornos humanos nunca son realmente silenciosos del todo, siempre seguiremos captando algo de ruido".