Gracias a la IA, el 'Mode Together' de Microsoft ayuda a centrar la atención de los interlocutores y democratizar el debate, pero no consigue evitar que nuestro hogar sigua invadido por el terreno profesional ni que seamos tan conscientes de nosotros mismos mientras hacemos una videoconferencia
Por fin. Hace unos días, Microsoft lanzó lo que muchos estaban esperando. Como parte de un nuevo conjunto de actualizaciones, el gigante presentó "Modo Juntos" (Together Mode) para su software empresarial Teams. Tras meses de encierro y teletrabajo, las videoconferencias se han vuelto omnipresentes o más bien, un calvario agobiante que puede provocar que nos sintamos mentalmente agotados.
Por eso, la nueva herramienta de videoconferencias utiliza inteligencia artificial (IA) para recortar nuestra imagen de vídeo en directo y colocarla en una posición fija dentro de un entorno. En una demostración en la que participé, se trataba de un asiento en un auditorio virtual, similar a los que se encuentran en una sala de conferencias física. La idea es que, si es posible ver a las personas en una posición fija, los detalles no verbales como mirar o señalar a un orador se vuelven más claros y más parecidos a lo que ocurriría en una reunión real en persona.
Microsoft se está poniendo al día en el lucrativo negocio de las videoconferencias. Durante el auge del teletrabajo causado por la pandemia de coronavirus, Microsoft ha sido adelantado por Zoom, que se convirtió en la envidia de Silicon Valley (EE. UU.), como un fenómeno cultural surgido prácticamente de la noche a la mañana.
Por eso, espera que su plataforma Teams y Together Mode igualen el alcance de Zoom. Juega con la ventaja de un grupo demográfico clave: estudiantes y educadores. Microsoft aseguró que 183.000 instituciones educativas en 175 países estaban usando Teams, con aproximadamente 150 millones de estudiantes y profesores que utilizaban activamente los productos de Microsoft Education para el aprendizaje remoto.
Pero estamos cada vez más hartos de las videollamadas. Varios meses de videoconferencias, no solo para el trabajo y la escuela, sino también para citas, cañas, celebraciones, reuniones y conversaciones con los seres queridos, han dado lugar a la "fatiga del Zoom". ¿Por qué? El profesor de comunicación en la Universidad de Stanford (EE. UU.) Jeremy Bailenson, que fue asesor para el Modo Juntos, explica que los rostros representados en una cuadrícula típica de videoconferencia reflejan las dimensiones de una persona a unos 60 centímetros de distancia de nosotros.
El experto detalla: "Raras veces estamos a 60 centímetros de distancia de una persona y mirándola durante una hora, a menos que tengamos un conflicto o estemos a punto de aparearnos. Cuando hay tantas caras que nos miran de esa forma, se activa la respuesta de alerta, ese modo de luchar o escapar. Si estamos en ese modo todo el día, resulta difícil llevar a cabo estas reuniones".
Microsoft espera que el Modo Juntos consiga que las videoconferencias resulten menos exigentes. En el modo de galería de Zoom, por ejemplo, no es siempre fácil saber quién está hablando y quién quiere hablar. Together Mode lo resuelve, en teoría, al colocar a un participante en el mismo asiento en la pantalla de todos. Eso significa que si una persona aparece en la esquina superior derecha de la sala virtual, la mirada de todos se mueve aproximadamente al mismo tiempo para fijarse en esa persona; si alguien interrumpe desde el centro de la sala, las cabezas y los ojos se mueven hacia esa dirección. Según Microsoft, en las pruebas internas, los usuarios se sintieron menos cansados y más centrados usando el Modo Juntos.
Pero aún queda por ver si animará a los participantes más callados y generalmente ignorados a hablar más. A pesar de la promesa de una plataforma virtual más democrática, a las mujeres les ha resultado más difícil expresar sus opiniones. Teams, Meet y Zoom han incorporado la función de levantar la mano para ayudar, y los consejos para apoyar a las colegas femeninas en este entorno se han vuelto cada vez más comunes.
El científico investigador de Microsoft Jaron Lanier, considerado un experto mundial en realidad mixta, opina: "Creo que el Modo Juntos ofrece a la gente las herramientas para hacerlo mejor, pero no garantiza que las personas vayan a ser mejores".
Otro problema persistente reside en nuestra propia imagen. En la demostración, intenté sentarme de forma que no pareciera demasiado grande o pequeño, algo que Lanier afirma que es útil para democratizar la participación. Pero eso significaba que a menudo perdía el hilo de la conversación mientras corregía mi postura. Y quizás la conciencia de uno mismo es la raíz del problema para empezar.
"La tecnología ideal permitiría que desapareciéramos para que dejemos de ser conscientes de nosotros mismos", considera la profesora asociada de comunicación en Keene State College Amber Davisson, que investiga la intersección entre la intimidad, la comunicación y la tecnología, y añade que la forma en la que las videoconferencias intentan imitar las reuniones contrasta con la manera en la que los seres humanos interactúan normalmente.
Davisson continúa: "Cuando estoy en dando clase en un aula, no me estoy mirando a mí misma. Las videoconferencias] causan ansiedad y nunca podemos relajarnos; somos demasiado conscientes de nosotros mismos. La mejor tecnología debería eliminar nuestro rostro para que podamos mirar a todos y ellos puedan vernos a nosotros pero no nos veríamos a nosotros mismos".
Algo que Davisson cree que va a favor del Modo Juntos es el fondo impersonal y la disposición predecible de los asientos. Los fondos personalizados de Zoom pueden ser divertidos, pero la experta destaca que tener un fondo suave y acordado como los ofrecidos por Together Mode elimina la confusión del cerebro entre lo que es personal y profesional.
Ese concepto, de delimitar el trabajo y el hogar cuando los dos espacios coinciden, es el gran desafío de realizar las videoconferencias durante la pandemia. Necesitamos un lugar seguro para derrumbarnos, "y antes pensábamos que ese sitio era nuestra casa", señala, y concluye: "Pero ahora trabajamos y estudiamos en nuestras casas. Nuestro único espacio privado ha sido invadido, y eso para nuestros cerebros resulta difícil de asumir".