El centro tecnológico de Canadá intenta posicionarse como un antídoto contra los peores impulsos de la industria tecnológica de EE. UU. Sus valores, su amabilidad y su educación aspiran a convertirse en el nuevo estándar para liderar una próxima revolución tecnológica que ponga a las personas en el centro
Visité Communitech en un frío día de febrero. Se trata de un bullicioso centro tecnológico ubicado en una fábrica de curtidos del siglo XIX renovada en la ciudad de Kitchener, Ontario (Canadá). Dentro del espacio de ladrillo y vigas, la ingeniera aeroespacial convertida en emprendedora tecnológica Harleen Kaur enciende su teléfono y me muestra su última creación, un intento de solución para el problema de las noticias falsas. Se trata de una aplicación denominada Ground News, una combinación de agregador de noticias y plataforma de redes sociales que lucha contra los bulos con ayuda de inteligencia artificial (IA) y verificación manual por parte de sus usuarios.
Al pinchar el enlace con el titular Buttigieg slams Trump: My marriage never involved sending 'hush money to a porn star' (Buttigieg critica a Trump: mi matrimonio nunca implicó enviar 'dinero secreto a una estrella porno'), compruebo que en los dos días previos, el tema había sido cubierto por 14 medios, según la aplicación, con un sesgo colectivo de "inclinación hacia la izquierda". Si hubiera estado en la reunión del ayuntamiento donde el entonces candidato presidencial Pete Buttigieg hizo este comentario, hubiera podido crear mi propio artículo al respecto utilizando la función Periodismo Ciudadano de la aplicación (pensada como un control de noticias falsas), que otros usuarios habrían podido discutir o confirmar.
El narval canadiense
Kaur vivía en Estados Unidos cuando la idea de Ground News le vino a la mente como el momento eureka de Newton. Eso fue en 2016 y aunque la iniciativa surgió motivada por ese problema creciente en Estados Unidos, decidió regresar a su casa en Canadá para crear la nueva empresa. Explica que el capital de riesgo y otras inversiones fluyen rápidamente y sin dificultades al sur de la frontera entre EE. UU. y Canadá, pero le pareció importante empezar la siguiente fase de su carrera donde reinan los "valores canadienses".
Kaur, quien de niña se mudó desde La India a Brampton, un enclave de inmigrantes en los suburbios de Toronto (Canadá), afirma: "Canadá tiene más moderación, más consideración. Nuestro sistema de valores no se basa solo en ganar dinero y tener éxito. Los canadienses son amables unos con otros. Creo que ser amable importa. Es un valor".
No es la única persona que se fue de Estados Unidos en busca de la benevolencia canadiense. En los últimos años, Canadá se ha convertido en un imán para el talento tecnológico que atrae a los canadienses para que regresen a sus casas y desvía el flujo de inmigrantes desde Silicon Valley (EE. UU.) hacia Montreal, Vancouver y el corredor Toronto-Kitchener-Waterloo (todo en Canadá). Se trata de zonas conocidas desde hace mucho tiempo por incubar y exportar la innovación: desde Research in Motion, la compañía fundada por encima de una panadería en Waterloo que marcó el inicio de la era de los teléfonos inteligentes y más tarde creó el nombre de su producto estrella, BlackBerry, a las redes neuronales del profesor de la Universidad de Toronto Geoffrey Hinton, cuya empresa de inteligencia artificial fue adquirida por Google en 2013. Los medios de comunicación canadienses han bautizado a la región "Silicon Valley North" (Silicon Valley del norte).
Algunos se sienten atraídos por la imagen de Canadá como una utopía liberal, donde la diversidad, la inclusión y la humildad triunfan sobre la codicia y la intolerancia. Aunque es posible que su primer ministro, Justin Trudeau, haya exagerado un poco en esos atributos, el atractivo es real.
El unicornio de EE. UU.
Mientras el presidente estadounidense, Donald Trump, insiste en cerrar las fronteras de Estados Unidos (en abril impuso la prohibición de las tarjetas verdes durante 60 días, aparentemente para proteger los empleos estadounidenses mientras el coronavirus -COVID-19- estancaba la economía), Trudeau abre los brazos de Canadá cada vez más. En 2018, se comprometió a admitir a 40.000 inmigrantes adicionales durante los próximos tres años, elevando la cantidad a 350.000 de ellos en 2021, y COVID-19 no ha cambiado esa política. En mayo el ministro de inmigración, Marco Mendicino, aseguró: "La inmigración será absolutamente clave para nuestro éxito y nuestra recuperación económica".
La política de inmigración de Estados Unidos ha sido dura para muchas industrias, pero el problema es especialmente grave en el sector tecnológico, que depende de los trabajadores extranjeros altamente calificados en ambos lados de la frontera. En EE. UU., las aprobaciones de visas del tipo H-1B, que generalmente se otorgan a los trabajadores tecnológicos calificados, cayeron del 94 % de las solicitudes en 2015 al 76 % en 2019 (un estudio encontró que cayeron por debajo del 70 % en 12 empresas tecnológicas de EE. UU.) y el tiempo de espera pasó de cinco meses a casi 10. El número de solicitantes de la visa H-1B, después de un continuo aumento durante años, disminuyó después de que Trump fuera elegido, de 236.000 en 2016 a 199.000 en 2017. Por su parte, el programa de visas canadiense equivalente aprueba el 95 % de las aplicaciones en dos semanas o menos.
Como resultado, Toronto creó más nuevos empleos tecnológicos entre 2013 y 2018 que cualquier otro mercado norteamericano analizado. Ahora figura detrás de San Francisco y Seattle (ambos en EE. UU.) en cuanto a talento tecnológico, según el gigante inmobiliario CBRE. La agencia federal Invest in Canada, encargada de atraer a empresas internacionales para instalar sus centros, afirma que Toronto tiene la "mayor concentración de start-ups de IA del mundo". El Gobierno incluso ha llegado a pagar las vallas publicitarias en Silicon Valley con el siguiente texto: "¿Problemas con H-1B? Vente a Canadá", junto al enlace a la página web de inmigración del país.
Kaur piensa que esta "amabilidad" también impulsa el resultado final. La emprendedora afirma: "Estar asociados a la marca Canadá es un beneficio. Tenemos un efecto halo a nuestro alrededor de ser fiables y neutrales".
Yung Wu es el CEO del MaRS Discovery District, un campus del tamaño de un bloque de edificios en el centro de Toronto, donde las empresas pueden alquilar espacio, mezclarse en un inmenso atrio central y aprovechar los servicios diseñados para ayudar a las start-ups y "scale-ups" a crecer. Aunque los ingresos de sus 1.500 compañías casi se triplicaron en los últimos dos años, insiste en que la tecnología canadiense está en un camino cualitativamente diferente de su homólogo estadounidense. Wu afirma: "No creo que esa cultura de EE. UU. se hubiera podido desarrollar de la misma manera aquí, por ejemplo". Puede que los valores canadienses tengan algo que ver con eso, pero las diferencias demográficas también influyen: Toronto es considerada una de las ciudades más diversas del mundo, y más del 50 % de sus residentes nacieron en otro país. Del mismo modo, en MaRS, que se presenta como el "mayor centro de innovación urbana" en América del Norte, más de la mitad de las empresas fundadoras fueron creadas fuera de Canadá.
Canadá tiene su propia mitología tecnológica. En vez de contar con un montón de expertos en tecnología, tiene una fuerza laboral diversa, reservada y educada. Mientras Silicon Valley premia los productos de consumo que marcan tendencia, las start-ups de Toronto tienden a centrarse más en los servicios y productos para clientes comerciales y gubernamentales que tienen menos probabilidades de capturar la imaginación pública. Mientras California produce "unicornios", los canadienses hablan de construir "narvales", pequeñas y solitarias ballenas, con largos colmillos que salen de sus cabezas, que deambulan por las aguas del Ártico.
58.000. EMPLEOS NETOS DE TECNOLOGÍA CREADOS EN TORONTO DE 2013 A 2018
Estados Unidos produce muchos más unicornios per cápita que narvales Canadá . Pero, según Wu, la comparación va más allá de la valoración financiera: "En EE. UU. se nota esta búsqueda de animales imaginarios. El narval es un animal real. No se mantiene por las valoraciones privadas cuyo objetivo es aumentar la valoración de la última ronda privada, sin que se parezca necesariamente a una empresa real que atiende a clientes de verdad con ingresos reales. El narval es raro, pero no es imaginario".
La duda es si los silenciosos narvales de Canadá son capaces de generar un impacto suficientemente grande para cambiar la trayectoria de la industria tecnológica global.
"Un experimento de colonización"
Los canadienses son muy conocidos por su educación y generalmente se esfuerzan por no criticar a sus vecinos del sur. A pesar de ello, en el fondo existe un ardiente nacionalismo que puede mostrar su rechazo hacia muchos aspectos de la cultura estadounidense, como el exceso del individualismo y la palabrería pretenciosa y grandilocuente. Y a veces ese rechazo estalla como un proyectil. Es lo que pasó cuando Sidewalk Labs llegó a la ciudad.
En marzo de 2017, la agencia gubernamental Waterfront Toronto, encargada de reconstruir un espacio de 800 hectáreas de antiguos terrenos industriales a lo largo de las orillas del lago Ontario (Canadá), pidió propuestas para crear un distrito de ciudad inteligente en una parcela de cinco hectáreas conocida como Quayside. Trudeau presidió una lujosa ceremonia en octubre para presentar al ganador: la empresa de innovación urbana Sidewalk Labs, con sede en Nueva York (EE. UU.) y propiedad de Alphabet, la matriz de Google. Sidewalk Labs fue la elegida entre las empresas canadienses que se presentaron, pero el primer ministro de Ontario, el alcalde de Toronto y el entonces presidente de Alphabet, Eric Schmidt, hablaron con entusiasmo sobre el plan para construir un barrio "de internet".
Pronto se habló de expandir el proyecto a Port Lands, con 324 hectáreas de propiedad industrial abandonada adyacente a Quayside. Podría decirse que fue la iniciativa de ciudad inteligente más ambiciosa del mundo, incluidos los planes para usar sensores y monitorización para generar una gran cantidad de datos que se podrían usar para satisfacer las necesidades de los hogares y lugares de trabajo, ayudar con el transporte e incluso cobrar a los ciudadanos por cada artículo de su basura. La idea era desarrollar la arquitectura digital para un sistema operativo urbano que luego podría exportarse a nivel mundial, extendiendo el dominio del mercado de Alphabet del ciberespacio al espacio público. Sería un gran logro no solo para Sidewalk, sino también para Alphabet y el Gobierno canadiense.
Pero algunos tecnólogos de origen canadiense no estaban tan impresionados. El multimillonario que había sido coCEO de Research in Motion hasta 2012, Jim Balsillie, lanzó una campaña ad hoc para minar el proyecto.
Quayside "no es una ciudad inteligente. Es un experimento colonizador del capitalismo de vigilancia", escribió en un artículo de opinión. Creía que la red de sensores propuesta para Quayside, que Sidewalk Labs dijo que era necesaria para llevar a cabo la recolección robótica de basura, los sistemas de servicios públicos de alta eficiencia y otras mejoras digitales, se habían convertido en un juego de poder orwelliano, introduciendo la información privada de los canadienses (ubicación, hábitos de compra, etc.) en las fauces hambrientas de datos de Google.
"LO OPUESTO DE FACEBOOK": LO QUE PIENSA CANADÁ SOBRE LA TECNOLOGÍA
HARLEEN KAUR. Ground News
"Nuestro sistema de valores no se basa solo en ganar dinero y tener éxito. Los canadienses son amables el uno con el otro. Creo que ser amable tiene valor".
YUNG WU. MaRs
"No creo que la cultura de EE. UU. se hubiera podido desarrollar realmente de la misma manera aquí".
JOHN RUFFOLO. ArcTern Ventures
"El poder del monopolio sobre los datos... Es algo de lo que debemos defendernos".
KURTIS MCBRIDE. Miovision
"Lo que Canadá podría ofrecer al mundo es sustituir los monopolios de datos con un colectivo de datos".
IAIN KLUGMAN. Communitech
"En este país hay un contrato social diferente. Somos colaboradores. Esa es nuestra arma secreta".
La soberanía de los datos, la idea de que los datos de una nación deben almacenarse en servidores dentro de sus fronteras, regidos por sus leyes y, por lo tanto, por sus valores, ha ganado popularidad en todo el mundo. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la UE, que entró en vigor en 2018, se basa en gran medida en este principio, quitando el control de la información recogida sobre sus ciudadanos de las manos de los gigantes tecnológicos y de las leyes estadounidenses por las que se rigen. Balsillie instó a los legisladores canadienses a hacer lo mismo. "Facebook y Google son compañías creadas exclusivamente sobre el principio de la vigilancia masiva", dijo al parlamento canadiense en una audiencia de 2018 sobre el escándalo de Cambridge Analytica, donde se enfrentó con un directivo de Google que también había sido llamado a declarar. "La historia ofrece importantes lecciones sobre las sociedades que practican la vigilancia masiva", añadió.
Un diluvio de titulares negativos persiguió a Sidewalk Labs durante su primer año. Los concejales y los miembros del Parlamento comenzaron a mostrarse en contra del proyecto. A medida que se hizo evidente el alcance de los planes de la empresa para la recopilación de datos, la antigua comisionada de Privacidad de Ontario, que había sido contratada por Sidewalk Labs como consultora, renunció, y dijo: "Quería que esto se convirtiera en una ciudad inteligente con privacidad, no una ciudad inteligente de vigilancia".
37.000. RECHAZOS ANUALES DE APLICACIONES PARA EL VISADO DEL TIPO H-1B EN ESTADOS UNIDOS EN EL PRIMER AÑO DE LA ADMINISTRACIÓN DE TRUMP
En octubre de 2019, Waterfront Toronto hizo público una modificación del acuerdo con Sidewalk Labs que dio a la compañía mucho menos espacio. Se limitaba a las cinco hectáreas originales, no a las 324 hectáreas deseadas, y la recopilación de datos se mantenía bajo el control del Gobierno, no de la empresa. Luego, en mayo de este año, Sidewalk Labs anunció que se retiraba del proyecto. La compañía se refirió a la pandemia de coronavirus como la razón de su decisión, mientras que los críticos lo veían como una conveniente excusa para que Sidewalk se fuera sin quedar mal. "Esta es una gran victoria para los ciudadanos responsables que lucharon para proteger la democracia y los derechos civiles y digitales de Canadá", dijo Balsillie a Associated Press.
Balsillie no quiso hacer comentarios para este artículo, pero el destacado inversor de capital riesgo de Toronto que es su socio desde hace mucho tiempo, John Ruffolo, me aseguró que había sido una lucha "meter en las cabezas de las personas en el Gobierno" los peligros del "poder de monopolio sobre los datos" de Facebook y Google.
Cree que los activistas de la industria tecnológica de Canadá por fin han captado la atención de los legisladores. Y afirma: "Querer tener control sobre la infraestructura pública donde yo, como ciudadano privado, podría estar sujeto a reconocimiento facial al caminar en una acera pública o alguna otra intrusión de mi privacidad, es algo de lo que debemos defendernos, porque nos iremos a la tiranía, justo como creo que es la situación en China en la actualidad".
"Fundado por desviados"
El centro tecnológico de Kitchener, Communitech, es la zona cero de la escena tecnológica canadiense. Fundado en 1997, se ha convertido en una especie de leyenda nacional, un lugar donde pequeñas start-ups se codean con directivos de Google (el gigante de Silicon Valley dispone de una incubadora de start-ups en el edificio desde 2013).
En la década de 1980, las ciudades gemelas de Kitchener y Waterloo (ambas en Canadá) se consideraban parte de cinturón industrial de Canadá (la región llena de fábricas cerradas por los vaivenes de la globalización). Un punto de luz era la Universidad de Waterloo, donde el prestigio del programa de ingeniería informática crecía. Ahí es donde estudiaba un chico griego-turco llamado Mike Lazaridis hasta que abandonó los estudios en 1984 para crear Research in Motion.
Sorprendentemente, surgió un puñado de otras exitosas empresas tecnológicas en esa zona, incluido OpenText, que produce software de gestión de información para grandes empresas, y, más recientemente, la aplicación de mensajería Kik. Los fundadores de estas empresas crearon Communitech por necesidad: estando lejos de otras concentraciones de capital e innovación (Toronto no era el centro financiero que es hoy en día), se apoyaron mutuamente. Fue una génesis radicalmente diferente de la de Silicon Valley, con su cultura despiadada y sus raíces en el complejo militar-industrial en vez de las comunidades de inmigrantes de clase trabajadora. Communitech, que es básicamente una organización de socios, ha visto crecer su lista original de 23 compañías a más de 1.400 y ha generado una red nacional de 29 centros que operan con el mismo modelo. Con centenares de nuevas empresas de tecnología cada año, Waterloo cuenta con la mayor densidad de start-ups del planeta después de Silicon Valley.
El CEO de Communitech, Iain Klugman, cree que ya es hora de que esa zona deje atrás la etiqueta "Silicon Valley del norte" y afirme una identidad canadiense propia. Explica: "Silicon Valley fue fundado por desviados que no respetaban las regulaciones, a los que ahora los llamamos libertarios. Por eso han ideado cosas como Uber y Airbnb. En este país existe un contrato social diferente. Somos colaboradores. Esa es nuestra arma secreta.
30.000. SOLICITANTES EN 18 MESES EN MOBSQUAD, QUE PROMETE VISAS CANADIENSES A LOS QUE TIENEN UN TRABAJO OFRECIDO
Klugman, un hombre no muy alto con una agudeza claramente no canadiense (irónicamente, este defensor de los valores del norte de la frontera es originario de EE. UU.), ofrece este sermón mientras pasamos por una lona publicitaria que anuncia el premio de un millón de dólares para la empresa con la solución más prometedora de inteligencia artificial contra las noticias falsas. Entramos en una sala de conferencias, donde expone su visión de cómo la marca de tecnología de Canadá se ganará silenciosamente el mundo.
Klugman cree que después de años de muy alta aprobación pública de la industria, el llamado "techlash" (concentración de poder en manos de los gigantes de la tecnología) ofrece una oportunidad para establecer un "capitalismo colaborativo". Incluso si se trata de un impulsor oportunista, la idea de que Canadá ofrece una alternativa a la idea de "moverse rápido y romper cosas" ("Tal vez es hora de reducir la velocidad y arreglar las cosas", opina) parece que llega en un buen momento ya que el mundo reflexiona sobre un otro futuro diferente.
Pero, aunque Canadá quiere capitalizar su identidad distinta de la de Silicon Valley, ¿cuál es exactamente la alternativa que ofrece? "Ser lo opuesto a Facebook, básicamente. No se trata solo de si es posible construir algo, sino de si habría que construirlo. Y asumir las responsabilidades de las implicaciones", destaca Klugman.
Es fácil decirlo, pero, está claro que Google, Facebook y el resto también comenzaron con sus propias visiones nobles y colaborativas. ¿Qué empresario soñador de Silicon Valley no habló de la misma manera en 1995, 2000 o 2005? Quizás la falta de éxito de Canadá haya influido en que sea más fácil mantenerse al margen: mientras que los optimistas tecnológicos de Estados Unidos han tenido muchas oportunidades de vender sus almas al diablo a medida que el precio de sus acciones se disparaba a niveles vertiginosos, pocas de sus contrapartes canadienses han tenido esas tentaciones hasta ahora.
Y dejando a un lado la reputación angelical, los canadienses no son inmunes a los errores éticos: de hecho, algunos de los narvales más conocidos han sufrido su parte de controversia. En la década de 2000, Research in Motion se vio envuelto en un escándalo de participación accionaria. La aplicación de mensajería de Kik contaba con 300 millones de usuarios cuando la compañía la cerró abruptamente el año pasado en medio de un escándalo financiero y quejas de que permitía a los pedófilos acechar a sus usuarios predominantemente adolescentes. Hay poco que sugiera que esta pequeña compañía tecnológica canadiense no se hubiera convertido en una bestia monopolística si hubiera llegado a crecer lo suficiente.
"Tienen que ir a algún lado"
Aun así, esa posición optimista y antagónica está demostrando ser un imán para el talento. Los canadienses se han quejado de una fuga de cerebros durante décadas, los mejores ingenieros de software, actores y humoristas siempre suelen irse al sur, pero todos los ejecutivos de tecnología con los que hablé informaron con orgullo de que el flujo, al menos en su industria, se ha revertido. Entre 2013 y 2018, Toronto obtuvo una ganancia neta de casi 58.000 trabajadores tecnológicos, más que cualquier otra ciudad de América del Norte analizada. Si bien San Francisco y Seattle siguieron creando empleos tecnológicos durante ese período de tiempo, muchos otros centros estadounidenses los estaban perdiendo, incluidos Nueva York (9.000 empleos netos perdidos), Raleigh-Durham (10.000) y Boston (34.000) (todas en EE. UU.).
A veces este flujo parece muy claro y deliberado. Por ejemplo, los titulares del visado H-1B que han sido suspendidos o despedidos, como ocurrió con muchos trabajadores tecnológicos estadounidenses en los últimos meses, tienen 60 días para salir de Estados Unidos. "Esas personas tienen que ir a algún lado", explica el CEO de la compañía de Calgary MobSquad, Irfhan Rawji, que fundó en 2018 para trasladar a esos trabajadores a Canadá.
MobSquad contrata a los titulares del visado H-1B que no pudieron renovar sus visados, les consigue un equivalente canadiense, les da una mesa en su espacio de trabajo compartido y los contrata como trabajadores virtuales de sus empleadores originales de EE. UU. El sitio web MobSquad, como una solución a la "crisis de talento de ingeniería de software" de Estados Unidos, promete visados canadienses en cuatro semanas y ciudadanía en cuatro años. Rawji asegura que tuvieron más de 30.000 solicitantes en los primeros 18 meses, y ahora tienen "más trabajo que nunca".
Además, el Gobierno canadiense ha criticado el modelo de negocios estadounidense, junto con una nueva ley que requiere que las plataformas de internet rastreen y publiquen la identidad de cualquiera que compre publicidad orientada políticamente. (Google, como resultado, optó por no publicar anuncios electorales alegando que la regulación era demasiado compleja).
En 2019, el Gobierno de Trudeau presentó un "estatuto digital" al estilo de los 10 mandamientos, que proclama el derecho de los canadienses a controlar sus datos. Sin embargo, el Gobierno no ha promulgado una ley para dar fuerza a esas normas, como hace el RGPD de la UE. Pero como país de 36 millones de habitantes con un PIB mucho menor que el de California, resulta difícil esperar que Canadá lidere la reforma regulatoria. A lo mejor, si intenta controlar los excesos de la industria, podría ejercer una especie de poder blando sirviendo de ejemplo a seguir.
La miembro de la coalición anti Sidewalk Labs Block Sidewalk Ana Serrano considera que la visión alternativa de Canadá todavía está en su etapa inicial, pero no tiene que ver con sus diferencias frente a Silicon Valley, sino con los modelos comerciales viables que demuestren su función.
Serrano destaca: "Creo que existe una oportunidad real para que Canadá lidere esta próxima evolución de la tecnología. Hay muchas preguntas sin respuesta para definir un estilo claramente canadiense, pero sea el que sea, debe venir de la generosidad, de comprender los desafíos que las personas tienen actualmente y su necesidad de llevar una vida significativa".
Una persona que se dedica a lo que podría ser un "estilo claramente canadiense", al menos para las ciudades inteligentes, es el CEO de Miovision, Kurtis McBride, cuya empresa se especializa en la gestión de tráfico de alta tecnología.
McBride había formado parte de un grupo asesor de Waterfront Toronto en el proyecto Quayside y también es presidente de la junta directiva de Open City Network, que, antes de la pandemia, estaba desarrollando estándares y arquitectura digital para ciudades inteligentes, incluidas las pautas para la gestión de datos. (Ahora se ha convertido en una plataforma en la que los sectores público y privado pueden compartir datos).
Me explicó que el hecho de mantenerlo todo de código abierto ha creado resistencia al monopolio, que es lo opuesto al enfoque de Sidewalk Labs de dar el control de la arquitectura digital a la compañía de internet más grande del mundo. McBride afirma: "Creo que hay una oportunidad para escribir básicamente las reglas de una economía que regiría cómo se utilizan los datos generados en los lugares públicos y espacios físicos".
El capitalista de riesgo y firme crítico de Sidewalk, John Ruffolo, lo expresó de una manera más simple: "Canadá podría convertirse en la Suiza de la privacidad".