Cadenas de bloques y aplicaciones
La API de rastreo de Apple-Google gana la batalla de la privacidad
El sistema está disponible en 23 países desde el miércoles con las condiciones de ambos gigantes: uso voluntario, prohibición de registro de la ubicación y captación de datos descentralizada, a pesar de las presiones de distintos gobiernos. En el acuerdo destaca la ausencia de Francia y Reino Unido
Apple y Google acaban de lanzar su muy esperada tecnología de "notificación de exposición" para ayudar a las autoridades sanitarias de todo el mundo a rastrear la pandemia de coronavirus (COVID-19). Los gobiernos ya pueden usar esta tecnología en sus propias aplicaciones de rastreo de contactos, con la aprobación de los dos gigantes tecnológicos.
El rastreo de contactos (la búsqueda de las personas que hayan haber podido estar expuestas a una persona contagiada) es una estrategia importante y comprobada que los científicos han utilizado para combatir con éxito distintos brotes, como el de ébola y del VIH. En los últimos meses, muchos países han estado trabajando para usar diversas tecnologías, incluidas las aplicaciones de teléfonos móviles, para intentar dar respuesta a la escala y a la velocidad de la pandemia.
Más de dos docenas de países ya han lanzado sus propias aplicaciones de rastreo de contactos, pero se espera que la de Apple-Google acelere drásticamente ese proceso: su trabajo conjunto significa que casi todos los teléfonos inteligentes en todo el mundo podrán detectarse entre sí y compartir información sobre la posible exposición a la enfermedad. Los países que desarrollan sus propios sistemas se han encontrado con problemas técnicos y de privacidad que el proyecto de Silicon Valley (EE. UU.) espera poder solucionar.
La importancia de la escala
Apple y Google afirman que, desde el miércoles, 22 gobiernos nacionales en los cinco continentes y varios estados de EE. UU. ya tienen acceso a la API. Este acuerdo pondría el sistema a disposición de miles de millones de personas. Sin embargo, entre los países colaboradores destacan algunas ausencias notables, como la de Francia, que chocó con estas compañías tecnológicas sobre el funcionamiento de la API, y Reino Unido, que aún no ha decidido si utilizará el sistema de Apple-Google en sus propios esfuerzos de rastreo.
El despliegue de la tecnología da una idea sobre el poder y el alcance de Silicon Valley durante esta crisis global. Incluso cuando las autoridades de Europa, Asia y América del Norte presionaron a Apple y Google para permitir el seguimiento de ubicación o para construir un sistema centralizado, las compañías no dieron su brazo a torcer y ganaron. Su primer sistema de rastreo funciona de forma descentralizada, respeta la privacidad al requerir varios niveles de consentimiento, usa señales de Bluetooth en vez del rastreo de ubicación y está pensado para ser más fiable para los teléfonos más antiguos.
En un comunicado publicado el miércoles, los gigantes afirman: "Lo que hemos creado no es una aplicación. Las agencias de salud pública incorporarán la API en sus propias aplicaciones que la gente instale. Nuestra tecnología está diseñada para que estas aplicaciones funcionen mejor. Cada usuario puede decidir si quiere o no las notificaciones de exposición. El sistema no recoge ni utiliza la ubicación del dispositivo; y si una persona es diagnosticada con COVID-19, depende de ella informar o no de eso en la aplicación de salud pública. La adopción por parte del usuario es clave para el éxito, y creemos que estas fuertes protecciones de privacidad también son la mejor manera de animar el uso de estas aplicaciones".
Ambas empresas aseguran que a medida que la pandemia vaya desapareciendo en diferentes países, irán deshabilitando la tecnología de rastreo.
Dicha tecnología puede ayudar a abordar la escala de la pandemia y a formar parte del proceso de reapertura de las economías en todo el mundo, pero los epidemiólogos y tecnólogos en general coinciden en que es imposible que las aplicaciones solas puedan resolver o ni siquiera liderar en la solución de este problema. El rastreo de contactos generalmente requiere que muchos seres humanos reales hagan gran parte del trabajo duro. Los expertos creen que solo en Estados Unidos harán falta más de 100.000 rastreadores humanos para este esfuerzo.