El cierre de colegios fue rápidamente sustituido por clases 'online', pero no todos los niños pueden acceder a este tipo de educación. La falta de conexión, dispositivos y recursos les está dejando aún más atrás. Para evitarlo, varios expertos defienden que el acceso a internet sea un derecho universal y gratuito
Como la mayoría de los niños en Estados Unidos y muchas otras partes del mundo, Juana* ha pasado varios meses sin ir al colegio. Su madre, Dilma, abandonó la escuela tras el primer curso y no habla inglés. Hasta hace poco, su familia que vive en Oakland, California (EE. UU.), solo tenía un teléfono móvil muy simple para llamar a sus familiares de Guatemala.
Sin un ordenador para conectarse con sus profesores y amigos, Juana empezó a quedarse atrás. Mientras que otros niños recibían sus clases completas a través de plataformas Zoom, ella pasó el primer mes de cuarentena practicando el alfabeto y aprendiendo a contar en español. Hace unas semanas, mucho después del inicio del confinamiento, que en California empezó el 16 de marzo, Juana por fin recibió un Chromebook enviado por su escuela. Pero seguía sin acceso a internet. La familia no contaba con una conexión inalámbrica, y Dilma nunca se había conectado a internet desde su teléfono móvil.
Fue la profesora de Juana, Sara Shepich, quien descubrió cómo subir a la familia a internet. Desde mediados de marzo, Shepich ha pasado muchas horas al teléfono con padres de sus alumnos, proveedores locales de internet, la administración de su escuela y su sindicato para intentar conseguir Chromebooks y conexión wifi para sus alumnos y sus familias. En los casos más afortunados, podía hablar con los alumnos a través de WhatsApp o FaceTime. Un mes después del inicio de la crisis, casi ninguno de ellos había resuelto por completo la opción de usar un Chromebook y tener conectividad a internet.
La crisis del coronavirus está empeorando la brecha digital, destacando el acceso desigual a la tecnología. Cuando se ordenó el cierre de las escuelas en EE. UU., los distritos con pocos fondos se encontraron con problemas para equipar a los alumnos encerrados en sus casas. A medida que pasan las semanas con las escuelas cerradas, muchos alumnos de familias con bajos recursos se iban quedando cada vez más atrás.
Para los estudiantes de Shepich y sus familias, el problema fue aún peor porque son de una parte de Guatemala donde se habla mam, el idioma maya que tiene poco que ver con el español. Muchas de las familias no solo no tienen papeles, sino que además carecen de las habilidades de comunicación y los documentos necesarios para registrarse para acceder a internet desde sus casas.
Shepich recuerda: "El último día de clases fue muy loco. A las 9 de la mañana, nuestro director se enteró de que no volveríamos al colegio durante un par de semanas. Teníamos un documento de Google donde los profesores escribían los deberes de los niños para dos o cuatro semanas". Pero este documento no estaba al alcance de muchos de los alumnos de Shepich, "mientras la administración intentaba conseguir más información". La docente añade: "Otras escuelas enviaban Chromebooks a casa de los alumnos, pero yo junté este material de cuatro hojas con el sitio web para el nivel preescolar, mandándoles libros cuando salieron de clase aquel día".
El distrito de Shepich está muy cerca de Silicon Valley (EE. UU.), donde las empresas tecnológicas habían prometido distribuir tecnología gratuita desde el principio del brote. Google, en concreto, prometió donar 4.000 Chromebooks y 100.000 puntos wifi en California. El gobernador del estado, Gavin Newsom, elogió a la compañía afirmando: "Necesitamos más empresas como Google".
Pero los 4.000 Chromebooks apenas pueden generar un impacto significativo. Un informe reciente de EdSource encontró que 1,2 millones de alumnos en California carecen de acceso a un dispositivo o a internet.
Las cosas son muy diferentes al otro lado del país. En el Distrito Comunitario de las Escuelas Públicas de Detroit (DPSCD) también lucha contra la pobreza, sus calificaciones están por debajo de la media y sufre una gran escasez de fondos.
"Si se analizan las ciudades comparables del mismo tamaño y demografía, Detroit se encuentra en el último puesto en términos de acceso de las familias a tecnología y dispositivos", asegura la presidenta y CEO de la Fundación DPS, Pamela Moore. Solo entre el 10 % y el 15 % de los alumnos tenían dispositivos conectados a internet, y afirma: "La brecha digital es real para nosotros".
Pero, a diferencia de muchos de sus compañeros en Oakland, los alumnos de Detroit han recibido gratuitamente una tablet y el acceso a internet. Eso se debe, en parte, a una mejor planificación. Moore explica que el DPSCD comenzó a desarrollar un plan en febrero. El supervisor escolar del distrito está trabajando con Moore y la empresa de servicios públicos locales DTE Energy, Quicken Loans (cuya sede corporativa se encuentra en Detroit) y la Fundación Skillman, entre otros, para recaudar 21,37 millones de euros.
Esa inyección de dinero sería suficiente para facilitar a cada alumno una tablet con Windows preinstalado hasta julio, más seis meses de acceso gratuito a internet y soporte técnico para ellos y sus familias. Después de eso, las familias pagarían 9,99 dólares (9,16 euros) al mes, pero aquellas con mayores dificultades económicas podrán solicitar ayudas o subsidios. El DPSD también estableció llamadas automáticas para asegurarse de que los alumnos estén siguiendo el curso, con los profesores llevando a cabo los controles necesarios para garantizar que la considerable población con necesidades especiales no se quede atrás.
Comparemos eso con la situación de Juana. Dilma, que no tiene empleo, cuenta que el padre de Juana trabaja solo dos o tres días a la semana, en vez de los siete de antes. A la familia se le cobra 30 dólares (27,5 euros) al mes por el acceso a internet, a pesar de que casi no tiene ingresos. Dilma asegura que el padre de Juana y ella valoran la educación de su hija y seguirán pagando ese dinero, incluso si eso significa hacer otros sacrificios.
El profesor de Infantil en otra escuela de Oakland Tim Douglas cuenta que ha creado un canal de YouTube y ha impartido clases por Zoom, pero que no todos sus alumnos asisten. Incluso si las familias tienen un ordenador, a menudo deben compartirlo entre hermanos, con horarios parecidos de clases e internet de mala calidad que suele fallar cuando los alumnos intentan usar Zoom o YouTube. Así que decidió tener largas llamadas telefónicas con los niños tanto como pueda. El docente explica: "Hablo con los padres durante aproximadamente media hora; les pregunto qué cocinan, qué los mantiene cuerdos. A veces hablo con los niños durante media hora, les enseño mi jardín y mi casa. Es realmente una lección de humildad".
Alrededor de 42 millones de estadounidenses carece de acceso a internet de banda ancha, según un informe publicado en febrero por la compañía de análisis de datos de internet Broadband Now. En 2019, el informe de la Fundación de Investigaciones Pew encontró que 1 de cada 10 estadounidenses sólo tenía acceso a internet a través de sus teléfonos inteligentes. Esa disparidad en el acceso puede tener graves efectos secundarios no solo para los alumnos sino también para sus familias, opina el profesor de política pública de la Universidad de Harvard (EE. UU.) David Deming, que estudia cómo el acceso a internet afecta la desigualdad.
Destacando distintos estudios que analizan el impacto de las interrupciones en las escuelas durante los huracanes Katrina y Rita y las huelgas de profesores en Argentina, teme que la pandemia tenga un "efecto permanente" en los alumnos más pobres. Y advierte: "Veremos una ampliación de la desigualdad educativa que durará mucho tiempo y no desaparecerá".
Las familias que tienen acceso inmediato a la tecnología están mejor equipadas para superar el actual cierre de los colegios. Los que están en mejores circunstancias, podrán inscribir a su hijo en campamentos virtuales o descargarles juegos educativos y aplicaciones que mantendrán sus habilidades ágiles mientras las escuelas estén cerradas. Los más pobres no tienen esa posibilidad. "Los ingresos permiten amortiguar los golpes imprevistos", sostiene Deming.
Ese efecto amortiguador quedó ilustrado en un estudio de 2013 del economista de la Universidad de Stanford (EE. UU.) Sean Reardon, que encontró que mientras la brecha entre los niños más pobres y los más ricos se reducía durante el año escolar, se ampliaba durante el verano. Esto se debe a que los alumnos capaces de acceder a las actividades de enriquecimiento durante el verano, regresan a clases en otoño mejor preparados para empezar un nuevo año escolar, mientras los alumnos más pobres suelen pasar las primeras semanas poniéndose al día con las habilidades que han olvidado durante las vacaciones de verano.
Además de una mejor planificación por parte de los distritos escolares, una forma de cerrar esta brecha consiste en asegurarse de que todos los alumnos tengan acceso a internet, independientemente de los ingresos. Resulta esencial que los estudiantes con menos recursos tengan acceso a conexiones wifi para garantizar que no se retrasen en una crisis como esta, subraya Deming, quien cree que la banda ancha de alta velocidad debería estar disponible universalmente. "La banda ancha se ha vuelto tan esencial para la vida moderna que debería considerarse como un servicio público", concluye.
Mientras tanto, a medida que nos adentramos en el verano, Shepich recuerda cuando conoció a Juana: una niña que tenía ganas de aprender, pero apenas sabía sostener un lápiz. Antes de la crisis, ella había dado pequeños pasos de mejora, pero el cierre del colegio probablemente los revirtió. Su profesora concluye: "Juana es la primera persona de su familia en aprender inglés y en saber leer y escribir. Pero estoy preocupada por ella. ¿Qué le va a pasar?"