Si la medicina logra que estemos sanos durante más tiempo, los jóvenes podrían perder su influencia en la sociedad. Luchar contra los estereotipos que presentan a los 'millennials' como frívolos y merecedores de sueldos bajos puede ayudar a afrontar los retos del envejecimiento de la población
El año pasado, Greta Thunberg saltó a la fama como la abanderada del activismo contra el cambio climático cuando tenía tan solo 15 años. Con 16 años ha sido candidata al Premio Nobel de la Paz. Inspirados por ella, los niños de todo el mundo han estado faltando a sus clases para exigir acciones sobre el cambio climático.
Sin embargo, los jóvenes no pueden hacer mucho más que protestar. Porque al final, no son los jóvenes los que toman las grandes decisiones, sino las personas de mediana edad.
Las personas entre 45 y 65 años gobiernan nuestras sociedades: la media de edad de un nuevo senador de EE. UU. es de 51, la media de edad de un diputado del Parlamento británico es de 50 y la de un CEO en las compañías de Fortune 500 y S&P500 es de 53. Hay excepciones, por supuesto: el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, tiene solo 35 años, mientras que Donald Trump tiene 73.
En general, las personas de mediana edad son las que llevan las riendas. Las generaciones más jóvenes carecen de la experiencia e influencia necesarias para alcanzar los altos cargos en el trabajo, mientras que las generaciones de más edad sufren problemas de salud o presión social para retirarse. Hoy en día podríamos pedir consejo a los mayores de nuestra sociedad o consultarlos debido a su sabiduría, pero son las personas de mediana edad las que eligen si quieren actuar según ese consejo y deciden cómo implementar esa sabiduría.
No obstante, si la medicina logra mantenernos sanos y en buena forma durante más tiempo, las personas con 80 años del mañana podrían hacer el trabajo de los que tienen 50 años hoy. Podrán estar igualmente en forma y tendrían aún más sabiduría y experiencia para todo. Es muy posible que al final del siglo, los impulsores y activistas de la sociedad serán los de 80 años y no los de 50.
¿Qué pasará entonces? Las opiniones contemporáneas de los roles generacionales tendrán menos sentido en un mundo que depende de los mayores para dirigir la política, la cultura y la economía.
Existen riesgos, por supuesto. Si las decisiones más importantes las toman los mayores, entonces los intereses de los mayores podrían eliminar a los de otros grupos de edad. Esto podría empeorar la desigualdad intergeneracional, que ya vemos que existe en la actualidad. En comparación con las generaciones anteriores, los millennials tienen menos dinero y más deudas.
Teniendo en cuenta que cada generación permanece en el poder durante más tiempo, esto podría hacer que las generaciones siguientes no solo sean aún más pobres, sino que cada vez tengan menos poder. Tendremos que cambiar la forma en la que se toman las decisiones políticas para garantizar que los intereses de todas las edades estén representados de manera justa. Para que eso suceda, necesitaremos cambios de base, como superar los tabúes que impiden una discusión libre, franca y constructiva sobre la muerte, el legado y lo que los mayores les deben a los jóvenes y viceversa.
¿Cómo será estar en la década de los 20 y 30 años en una sociedad donde las personas viven hasta los 100 años o más y siguen trabajando hasta los 80?
Las personas de mediana edad se enfrentan al descenso de categoría cuando los mayores no muestran signos de reducir su ritmo, pero ¿qué pasa con las personas más jóvenes? ¿Cómo será estar en la década de los 20 y 30 años en una sociedad donde las personas viven hasta los 100 años o más y siguen trabajando hasta los 80? Hoy en día, los jóvenes no ganan tanto como las personas de mediana edad y tienen un estatus más bajo y menos influencia.
Aunque la juventud sí que representa un gran activo en las sociedades occidentales, ya que las industrias del entretenimiento y de la moda están dominadas por jóvenes y son un importante grupo de consumidores. Pero es probable que el valor de la juventud disminuya en el futuro.
Si la idea contra la discriminación por razones de edad es algo necesario para aprovecharse al máximo la sociedad envejecida, entonces el progreso significará atacar a la industria de la belleza que vende productos "antienvejecimiento", a la industria cinematográfica centrada en contar las historias de jóvenes y a la industria de la música en la que los artistas dejan atrás su momento de gloria al llegar a mediados de los 30.
En un mundo que ya no celebra ni mercantiliza la juventud, los jóvenes corren el riesgo de ser una carga para la economía, personas que aún no han acumulado suficiente experiencia para hacer una contribución útil a la sociedad. Y si las futuras generaciones de jóvenes son más pobres, serán literalmente menos valiosas también.
Puede ser difícil concebir que esto suceda muy pronto, pero también es difícil concebir que no suceda.
Aun así, hay esperanzas. Derrotar al edadismo, como cualquier tipo de intolerancia, implicará socavar los estereotipos asociados a él. Los esfuerzos para abordarlo se suelen centrar en eliminar las ideas de que las personas mayores se sienten solas, deprimidas, dementes e irrelevantes. Pero no hace falta (y no debemos) parar allí. También tendríamos que abordar los estereotipos que representan a los jóvenes como irresponsables, ingenuos y merecedores solo de los trabajos más serviles y peor pagados, o que presentan a los millennials como personas demasiado ocupados comiendo aguacates como para ahorrar y comprarse una casa. Poner fin a la discriminación por razones de edad contra los mayores podría quitarle brillo a la juventud, pero también liberará a los jóvenes de algunos malos prejuicios.
Quizás lo que podemos esperar de personas de diferentes edades dependerá incluso más del contexto.
Los nadadores olímpicos alcanzan su apogeo con solo 21 años. En cambio, los científicos más exitosos conservan su influencia hasta la muerte: como afirmó el físico alemán Max Planck, la ciencia avanza funeral a funeral. El grado en el que nuestras cualidades mentales y físicas nos permitan sobresalir o no depende de lo que estemos tratando de hacer y de cuánto apoyo tengamos. Pero la discriminación por razones de edad es tan dominante que simplemente no sabemos cómo serán las personas de 80 años de mañana. Todavía no hemos encontrado una sociedad con un gran número de personas mayores capaces de prosperar sin este prejuicio opresivo.
Un mundo envejecido podría ser fácilmente una distopía. El aumento de la esperanza de vida sin mejorar el periodo de vida sana crearía a una población más enferma y sería un peso para la fuerza laboral, cada vez más sobrecargada. Retrasar la jubilación de las personas con puestos influyentes de toma de decisiones podría empeorar la desigualdad social y mantendría el riesgo de que algunas personas, jóvenes y viejas, puedan entrar en un callejón sin salida cuando sean menos capaces de contribuir.
¿Cómo cambiamos esto? Si nos centramos en cómo las personas de cualquier edad pueden contribuir, reconocemos que las personas pueden contribuir de diferentes maneras en diferentes momentos y aseguramos de que tengan apoyo (como finanzas, atención médica, formación y educación), entonces podríamos ser capaces de asegurarnos de que una sociedad envejecida también pueda ser próspera.