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Tecnología y Sociedad

Razones para no temer a una sociedad cada vez más envejecida

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No hay pruebas que justifiquen la idea de que las poblaciones con mayor proporción de personas mayores de 65 años son menos prósperas. Aunque un panorama de ese tipo se enfrenta a múltiples retos, estos se pueden abordar con políticas laborales, mejoras médicas y un gran cambio de mentalidad 

  • por David Rotman | traducido por Ana Milutinovic
  • 04 Septiembre, 2019

El mundo está envejeciendo rápidamente. Los estadounidenses mayores de 65 años ya representan el 16% de la población, y la cifra subirá hasta el 21% en 2035. En ese momento, superarán en número a los menores de 18 años. En China, el gran número de personas nacidas antes de que se introdujera la política del hijo único en 1979 están engrosando las filas de las personas mayores, mientras los grupos más jóvenes se reducen. En otros países, la población está aún más envejecida, con Japón a la cabeza. Más de la cuarta parte de la población japonesa tiene 65 años o más, pero Alemania, Italia, Finlandia y la mayoría del resto de la Unión Europea no se quedan atrás. La cuarta parte de las personas en Europa y América del Norte tendrá 65 años o más en 2050.

Esta tendencia se mantiene debido a las tasas de fertilidad cada vez más bajas (las mujeres en casi todos los países tienen menos bebés) y la mayor esperanza de vida. Aunque en los últimos años esta cifra ha dejado de crecer tanto en algunos países avanzados, su tendencia al alza continúa en todo el mundo. Se espera que un bebé nacido hoy en Japón viva hasta los 87 años de media.

La población general no solo está envejeciendo, sino que sus años de vejez cada vez serán más. En 1960, las personas de 65 años podían esperar vivir hasta alrededor de 79 años. Hoy en día, se espera que vivamos hasta cerca de los 85. Los que ya tienen 75 años, pueden llegar a celebrar su 87 cumpleaños.

Se trata de un gran cambio que afecta a nuestra economía, a nuestros valores sociales y culturales, e incluso a la forma en la que percibimos y planificamos nuestras vidas.

Fuente: Predicciones de la ONU de 2019 para la población mundial.

La creencia generalizada es que una población que envejece resulta tóxica para el crecimiento económico. ¿Quién va a trabajar? ¿Cómo pagaremos todos los programas médicos y las pensiones de tantas personas mayores? A los economistas les gusta referirse a este fenómeno como la tasa de dependencia. Este número se calcula en función del tamaño de la población en edad de poder trabajar frente a los que son demasiado viejos (o demasiado jóvenes) para tener un empleo. También les gusta mostrar proyecciones aterradoras de cómo esta crisis demográfica acabará con nosotros.

Las advertencias resultan inquietantes. El tsunami gris. El precipicio demográfico. La bomba de tiempo demográfica. Pero tal vez haya que preguntarse si lo que está envejeciendo mal la preocupación por una crisis que se podría evitar.

 

 

Fuente: Predicciones de la ONU de 2019 para la población mundial.

Las sociedades envejecidas no están peor

La verdad es que los economistas no saben demasiado acerca de cómo nos afectará el envejecimiento de la población. "Se ha producido un cambio grande y económicamente importante en la productividad", afirma la economista de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Nicole Maestas. Junto a sus colegas, la investigadora ha calculado que un aumento del 10 % en la población de 60 años o más ha disminuido el crecimiento del PIB per cápita en un 5,5 %, sobre la base de datos de 1980 a 2010. Si el pasado nos sirve de lección, entonces el envejecimiento de la población de EE. UU. podría reducir el crecimiento económico en 1,2 puntos porcentuales eesta década y 0,6 puntos porcentuales en la próxima. Esta pérdida se produce, en parte, porque hay menos personas trabajando, pero dos tercios del problema se deben a que la fuerza laboral es menos productiva.

Maestas advierte que las proyecciones se basan en las tendencias históricas y podrían no ser precisas. Ella supone que la productividad cae a medida que la población envejece porque las personas más calificadas y experimentadas se retiran, ya que son más exitosas y más ricas y pueden darse el lujo de jubilarse. Bajo ese punto de vista, no se trata de que los trabajadores se vuelvan menos productivos a medida que envejecen, sino que los más productivos dejan de trabajar.

Esto significa, según Maestas, que una gran caída en la productividad no es algo inevitable. Las nuevas tecnologías y políticas comerciales pueden hacer que las personas con talento trabajen durante más tiempo. Los equipos formados por personas jóvenes y mayores, con diversas experiencias, podrían incluso ser más productivos. La investigadora se pregunta: "¿Nos estamos volviendo menos productivos todos y es algo que debemos aceptar? No necesariamente".

"A pesar de todo el estrés que hay en torno al envejecimiento, hay muy pocas pruebas de que las sociedades que envejecen estén peor económicamente", sostiene el economista del MIT (EE. UU.) Daron Acemoglu. A partir de los datos del PIB de 1990 a 2015, Acemoglu y Pascual Restrepo de la Universidad de Boston (EE. UU.) no han encontrado correlación entre el envejecimiento demográfico y la reducción del crecimiento económico. De hecho, los países con poblaciones que envejecen rápidamente como Corea del Sur, Japón y Alemania, en realidad están bien.

¿Una posible razón? La automatización. Los países con mano de obra envejecida han adoptado robots industriales más rápido para compensarlo. Esto resulta en un impulso a la productividad que "suaviza la fatalidad y la tristeza en torno al envejecimiento", opina Acemoglu. El economista dice que cuando empezó la investigación, esperaba que el impacto del envejecimiento "no fuera tan oscuro" como muchos sospechaban, pero lo que le sorprendió fue "la falta total de cualquier evidencia de los efectos negativos del envejecimiento".

Aun así, subraya queda mucho por aprender. El investigador afirma: "No estamos preparados para saber qué sucede cuando la sociedad envejece, ni sabemos cómo actuar".

No vivir más sino mejor

El aumento de la esperanza de vida en los últimos cien años ha sido uno de nuestros grandes logros tecnológicos. A principios del siglo XX, la esperanza media de vida era de alrededor de 50 años; en 1960 era de 70 años, y en 2010 ya rozaba los 80 años. La mayor parte del aumento inicial se debió a los esfuerzos para mantener a los niños más saludables. En 1900, casi uno de cada cuatro niños fallecía antes de cumplir los 10 años. Después, el aumento en la esperanza de vida hasta los 70 años se produjo gracias a los tratamientos contra las enfermedades cardiovasculares.

Pero no esperen que esta extraordinaria trayectoria continúe. La esperanza media de vida se está estabilizando y parece estar llegando a un límite de poco más de los 80 años. El profesor en la Escuela de Salud Pública de Chicago de la Universidad de Illinois (EE. UU.) S. Jay Olshansky lleva años anunciando esta desaceleración. Asegura que estamos cerca de nuestro límite superior para la esperanza media de vida. El investigador detalla: "Posiblemente podremos aumentarla de 80 a 85 años, Japón ya se está acercando a eso".

Fuente: Predicciones de la ONU de 2019 para la población mundial.

Lo que no hemos podido hacer todavía es retrasar el envejecimiento. Ahora, una primera ola de prometedores fármacos contra el envejecimiento está siendo probada en humanos como resultado de varias décadas de avances en la comprensión de la biología del envejecimiento. Olshansky cree que estos tratamientos no nos harán vivir para siempre; probablemente ni siquiera nos dejen vivir más tiempo. Pero podrían ayudarnos a mantenernos sanos durante más tiempo en la vejez.

De momento, se espera que estos nuevos tratamientos mejoren las enfermedades relacionadas con la edad. Estos fármacos incluyen compuestos similares a la rapamicina, que afectan la función inmune, otros que activan proteínas llamadas sirtuinas y los medicamentos "senolíticos", que eliminan las células dañadas y envejecidas del organismo. Uno de los enfoques más ambiciosos es el que se basa en la metformina, un medicamento para la diabetes que podría retrasar múltiples trastornos relacionados con la edad.

En muchos países, particularmente en Europa y América del Norte, las personas de 65 años o más constituyen un porcentaje cada vez mayor de la población

Fuente: Predicciones de la ONU de 2019 para la población mundial.

Si alguno de ellos funciona, validará una idea que podría cambiar la medicina: que ciertas enfermedades se pueden tratar a través de la intervención de los procesos naturales del envejecimiento. En otras palabras, se puede tratar el propio envejecimiento para desacelerar las causas que contribuyen a una enfermedad. Los científicos creen que, con el tiempo, estos fármacos ayudarán a las personas mayores cuando se vuelvan frágiles y discapacitadas, vulnerables a una enfermedad tras otra. Es decir, básicamente, cuando el cuerpo empiece a desmoronarse.

Algunos de estos prometedores compuestos ya han extendido drásticamente la vida útil de la levadura, gusanos y roedores, pero todavía estamos muy lejos de poder hacer lo mismo en humanos. El pionero antienvejecimiento del MIT Leonard Guarente detalla: "Lo importante es extender la vida sana. ¿Ayudará eso a alargar la vida útil máxima? No sabemos la respuesta, y si alguien dice que lo sabe, miente".

Las afirmaciones de que el envejecimiento en sí mismo es una enfermedad que podría curarse son buenas para atraer atención y fondos para la investigación: ¿quién no querría vivir para siempre? Es difícil creer que los inversores de Silicon Valley (EE. UU.) como Peter Thiel y Larry Page estén invirtiendo su dinero en investigaciones antienvejecimiento cuya recompensa se limita a que a los 80 años seamos menos frágiles. Pero plantear el envejecimiento como patología crea una promesa engañosa. A pesar de los valiosos avances de varias décadas, todavía estamos lejos de una "cura", y ni siquiera sabemos realmente cómo sería esa cura.

Además de ser científicamente falso, la gente que cree que el envejecimiento es una enfermedad envía un mensaje peligroso. Tratar el envejecimiento como una enfermedad no solo arroja una luz negativa sobre el envejecimiento, sino que nos distrae del problema más apremiante: ¿cómo podemos manternos productivos y saludables a medida que envejecemos?

Fuente: Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU.

Miedo a nuestros mayores

Han pasado 12 años desde que el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, afirmó que "los jóvenes son más inteligentes", y casi una década después de que el multimillonario inversor de capital riesgo Vinod Khosla dijo: "Las personas menores de 35 años son las que crean los cambios. Las personas mayores de 45 años básicamente están muertas en cuanto a la creación de nuevas ideas".

Hay pocas señales de que Silicon Valley esté cambiando esta forma de pensar. Varias empresas tecnológicas se han enfrentado a demandas por sesgos de edad. En una presentación judicial de un programador de 60 años que no fue contratado por Google, la denuncia señalaba que la fuerza laboral de la compañía había crecido de 9.500 a 28.000 personas de 2007 a 2013 con una media de edad de 29 años, mientras que la media de EE. UU. era alrededor de 42 años. El propio Khosla recientemente subrayó su argumento con un tuit en el que afirmaba:"La experiencia es un sesgo".

La ciencia sugiere que Zuckerberg y Khosla están equivocados. En un estudio riguroso que analizó a 2,7 millones de fundadores de empresas, economistas del MIT, de la Oficina del Censo de EE. UU. y de la Universidad de Northwestern, la conclusión fue que los mejores empresarios son de mediana edad. Las start-ups de más rápido crecimiento fueron creadas por fundadores con una media de edad de 45 años. Su artículo publicado en 2018 reveló que, con 50 años un empresario tiene casi el doble de probabilidades de crear una empresa altamente exitosa que cuanto tiene 30 años. Y al contrario del tuit de Khosla, resulta que la experiencia es un factor muy positivo para predecir el éxito.

El sesgo evidente relacionado con la edad también podría explicar por qué a Silicon Valley se le da tan mal crear start-ups de biomedicina, energía limpia u otras áreas que requieren experiencia y conocimiento científico. En una investigación anterior, uno de los autores del artículo del año pasado, el economista Benjamin Jones, presentó pruebas de que la mayoría de los grandes logros científicos en ciencias físicas y en la medicina ocurrían en la mediana edad, no por parte de los jóvenes precoces. Queda claro que Silicon Valley debería dejar de lado su fetichismo por la juventud.

Con 50 años, un empresario tiene casi el doble de probabilidades de crear una empresa altamente exitosa que cuanto tiene 30 años.

Pero, aunque la meca del emprendimiento siga enamorada de los jóvenes, es imprescindible que la sociedad general cambie su forma de pensar. El presidente del Centro del Instituto Milken para el Futuro del Envejecimiento, Paul Irving, detalla: "Si no podemos extender los períodos de salud y reducir los costes de la atención médica, si no podemos aumentar la productividad e integrar a los trabajadores de más edad de manera más efectiva, y si no somos capaces de abordar las disparidades que desafían a tantas comunidades que envejecen, los costes para la sociedad serán enormes".

El daño no solo será económico. El impacto financiero y emocional para los trabajadores de mayor edad que no pueden encontrar un trabajo debido a los prejuicios resulta devastador para las familias y las comunidades. Y este problema nace de nuestro propio pensamiento poco abierto y nuestra imaginación limitada. La gerontofobia es un prejuicio particularmente perjudicial porque es una fobia hacia nosotros mismos. Todos vamos a envejecer (si tenemos suerte) y morir.

Pero, aunque el envejecimiento sea inevitable, volverse improductivo no lo es. Puede que estemos delante de un tsunami demográfico, pero no hace falta que nos sintamos abrumados por él. Podemos estar a la altura.

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