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Rachel Bujalski

Cambio Climático

La ciudad arrasada por el fuego que sigue retando al cambio climático

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Paradise sufrió los peores efectos del incendio Camp Fire, y su riesgo de enfrentarse a un evento similar no hace más que aumentar a medida que suben las temperaturas. No obstante, la mayoría de vecinos prefiere reconstruir y enfrentarse al peligro antes que abandonar su Tierra

  • por James Temple | traducido por Ana Milutinovic
  • 19 Julio, 2019

La mañana del 8 de noviembre de 2018, unas nubes de humo negro se alzaron sobre la ciudad de Paradise (California, EE. UU.) y empezaron a soltar una lluvia de brasas que, al principio, algunos residentes confundieron con granizo. Cuando Gloria Rodgers y Jim Umenhofer vieron el cielo oscurecerse desde su casa en el extremo oeste de la ciudad, sabían que era hora de llenar sus coches con todas las pertenencias que pudieran recoger. Pero cuando escucharon que los tanques de gas alrededor de la ciudad empezaban a explotar, supieron que era y marcharse.

Para entonces, había miles de personas apelotonadas en las pocas calles que conducían a lugares seguros. La pareja tardó casi cuatro horas en llegar a la salida de la ciudad, donde la señal de bienvenida a Paradise se había derrumbado entre llamas en la mediana de la autopista.

Gloria Rodgers y Jim Umenhofer están en su propiedad en Paradise, con su perro Rita.

Foto: Gloria Rodgers y Jim Umenhofer en su propiedad en Paradise, con su perra Rita. Créditos: Rachel Bujalski

Al final, el incendio Camp Fire destruyó el 90 % de las casas de la ciudad y mató a 85 personas. Pero, a pesar de este horrible resultado, ocho meses después de huir del infierno más letal de la historia de California, viviendo gran parte de ese tiempo en una auto caravana en la entrada a la casa de un amigo en la ciudad vecina, Rodgers y Umenhofer están listos para regresar a Paradise.

Saben que su terreno, bajo la sombra de los pinos Ponderosa que quedan incluso después del incendio, se ha ido volviendo más peligroso durante las cuatro décadas que han vivido allí. El cambio climático ha hecho que los veranos de California sean más cálidos y secos, lo que ha provocado que gran parte de los bosques y pastizales de la zona en yesca durante largos períodos del año.

Rodgers cuenta: "Fue el primer incendio de este tipo. Pero no creo que sea el último, con lo que está ocurriendo con el cambio climático".

Las chimeneas fueron una de las pocas cosas que quedaron en pie en muchas propiedades en todo el Paraíso después del Camp Fire.

Foto: Las chimeneas fueron una de las pocas cosas que quedaron en pie en muchas propiedades de Paradise después del incendio Camp Fire. Créditos: Rachel Bujalski

A pesar de ello, creen que es posible reconstruir su hogar de una manera más segura. Su futura nueva casa superará las normas estatales y municipales al incorporar materiales de construcción de cemento resistente al fuego en vez de las tejas de madera e instalar ventilación que se cerrará de golpe ante un intenso fuego. Umenhofer confirma: "Sí, vamos a reconstruir. Pero será más resistente, por supuesto".

¿Reconstruir o huir?

La alcaldesa, Jody Jones, asegura que las autoridades de la ciudad nunca creyeron que no se reconstruiría después del Camp Fire (ver El día que sentí los peligrosos efectos del cambio climático). En cambio, están elaborando un plan para resucitar Paradise de forma que impida que el desastre se repita.

Miembros del ayuntamiento de Paradise y el alcalde Jody Jones (en el medio).

Foto: Miembros del ayuntamiento de Paradise y la alcaldesa, Jody Jones (en el medio). Crédito: Rachel Bujalski

Pero, a medida que los desastres climáticos se cobran cada vez más vidas humanas, y causan mayores daños económicos y ambientales, la sociedad tendrá que ser más pragmática a la hora de decidir entre reconstruir y marcharse. Algunos lugares simplemente se volverán (si no lo han hecho ya) demasiado peligrosos para seguir viviendo ahí, y rescatarlos y reconstruirlos ACABRÁ SIE.

El incendio Camp Fire fue el desastre natural más caro del mundo para las aseguradoras el año pasado, con un total estimado de 14,6 mil millones de euros en pérdidas, según la compañía de seguros alemana Munich Re. El Departamento de Bosques y Protección contra Incendios de California (Cal Fire) gastó cerca de 83 millones de euros para combatir el incendio. El estado y la Agencia Federal de Gestión de Emergencias cubrirán la mayoría de los costes de limpieza, que podrían superar los 2.700 millones de euros.

Y los riesgos de incendio no van a hacer más que aumentar. El cambio climático ya ha duplicado el área quemada por los incendios forestales en todo el oeste de Estados Unidos en las últimas décadas. Con las estimaciones más altas de emisiones de carbono, la tierra quemada en los bosques del norte de California podría duplicarse de nuevo para 2085, mientras que el riesgo de "incendios muy grandes" se triplicará en grandes regiones del oeste americano.

Número medio de

Foto: El esperado número promedio de semanas de "fuegos muy grandes" (1971-2000).

Número medio de

Foto: El esperado número promedio de semanas de "fuegos muy grandes" (2041-2070).

Es probable que el aumento del nivel del mar resulte aún más problemático. Bajo los peores escenarios de cambio climático, se prevé que este fenómeno podría desplazar a más de 13 millones de personas en EE. UU. y a casi 200 millones en todo el mundo para finales de siglo.

Cada vez más investigadores están empezando a explorar las espinosas cuestiones que plantean estos peligros inminentes. ¿En qué situaciones deben las poblaciones quedarse o irse? ¿Quién lo decide? ¿Y cómo se pide u obliga a toda una población a que recoja sus cosas y abandone su hogar? La investigadora de la Universidad de Stanford (EE. UU.) Katharine Mach detalla: "Cada vez está más claro que marcharse acabará siendo inevitable, y que siempre resultará increíblemente difícil hacerlo".

¿Quién lo paga?

Entonces, ¿cómo determinamos si una ciudad, un pueblo o un barrio debería quedarse o irse después de un desastre, o ante el riesgo de que suceda uno?

Los investigadores que estudian lo que se conoce como "salida organizada" afirman que la decisión depende de cuatro factores. Los tres primeros serían: la disponibilidad de medios tecnológicos para enfrentar los crecientes riesgos, si es posible pagarlos y si el coste del trabajo excedería el valor de los edificios, carreteras y otros activos que de otro modo se perderían.

Pero el cuarto factor podría ser el más difícil de solucionar: los conflictos sociales y las protestas públicas por cualquier decisión sobre la adaptación o retirada. La gente protestará contra los muros marinos que reduzcan el valor de sus propiedades o bloqueen sus vistas. Y también se resistirán a abandonar sus hogares.

La reunión del ayuntamiento del Paraíso el 11 de junio.

Foto: La reunión del Ayuntamiento de Paradise el 11 de junio. Créditos: Rachel Bujalski

En Paradise, este conflicto ya ha aparecido. A principios de junio, el Consejo Municipal trasladó su reunión mensual del Ayuntamiento a la Iglesia de la Alianza de Paradise debido a la elevado número de asistentes que se esperaba. En la agenda de aquel día se iban a abordar 20 normas de seguridad contra incendios que excedían los reglamentos estatales. Estas normas formaban parte de un plan de recuperación que incluía reforzar los sistemas de notificación de emergencia, ampliar las rutas de evacuación y enterrar los tendidos eléctricos que provocaron el incendio de Camp Fire. (Ver Cómo evitar que una ciudad arrasada por el fuego se vuelva a incendiar).

John Messina, jefe de Cal Fire

Foto: El jefe de la unidad Butte County de Cal Fire, John Messina, ofreció información actualizada sobre los riesgos de incendios en Paradise durante la reunión del consejo municipal del 11 de junio. Créditos: Rachel Bujalski

Después de que incendio destruyera 19.000 estructuras, cualquiera pensaría que los habitantes estarían encantados con normas más estrictas contra incendios. Pero no fue así.

Antes de que comenzara la reunión, el regidor de del Centro de Arte de Paradise y exalcalde de la ciudad, Woody Culleton, arrinconó al concejal Steve Crowder. "Ahora no es el mejor momento para aprobar nuevas leyes ni añadir nuevas ordenanzas", destacó, subrayando que aumentaría los costes para las personas que ya tenían dificultades para regresar. Cuando otro miembro del consejo Michael Zuccolillo intervino, Culleton gritó: "Voten no a todo".

Culleton me explicó que los reglamentos estatales como las normas de interconexión urbano-forestal que entraron en vigor en 2008 (mucho después de que se construyera la mayor parte de la ciudad) son suficientes para garantizar una mayor seguridad contra incendios en el futuro. Además, esas normas requieren materiales resistentes al fuego para los techos y ventilaciones para evitar que las brasas entren en casas. Otros reglamentos estatales de construcción estipulan que las plantas, los árboles y las pilas de madera deben estar lo suficientemente lejos de las estructuras, en espacios apropiados y con un adecuado mantenimiento.

Pero la empresa de recuperación de desastres Urban Design Associates, que lleva trabajando con la ciudad desde febrero, ha propuesto medidas adicionales, como exigir un cortafuegos de 1,5 metros alrededor de cualquier estructura (lo que eliminaría las cercas de madera que llegan hasta las casas); retirar la mayoría de las canaletas, excepto las que están por encima de las entradas; e instalar aspersores en todo tipo de viviendas.

Un residente toma notas durante la reunión del ayuntamiento.

Foto: Una residente toma notas durante la reunión del ayuntamiento. Créditos: Rachel Bujalski

Culleton, que ya había comenzado a reconstruir su hogar, expresó que, a menos que la ciudad quiera pagar por ellas, esas propuestas solo deberían considerarse como recomendaciones de mejores prácticas, no normas. ¿Por qué, dado el desastre ocurrido, el exresponsable no querría aceptarlas? Durante la sesión, explicó: "Tengo 74 años. Mi hipoteca es de 487 euros mensuales. ¿A dónde podría?".

Durante el tiempo para comentarios del público antes de la votación, otros residentes de Paradise expresaron su preocupación por que las nuevas normas de seguridad contra incendios costaran demasiado o sacrificaran parte del encanto de la ciudad al obligar a la gente a talar árboles. El vecino Vincent Childs apostilló: "Eso quitaría parte del riesgo, pero también mucha belleza de esta ciudad. Nos gusta como es, sus arboladas, sus sombras, es verde, es hermosa. Estamos dispuestos a aceptar algunos riesgos". Al final, el consejo de la ciudad rechazó 11 propuestas, rebajó el alcance de otras cinco y aprobó cuatro de ellas.

Quemado

Pero después de varias temporadas devastadoras seguidas, parece que California está empezando a cansarse del fuego. Mientras que pocos piden abiertamente la salida colectiva de las ciudades, después de los incendios del año pasado, el recientemente retirado director de Cal Fire, Ken Pimlott, dijo a Associated Press que las autoridades deberían prohibir nuevas construcciones en áreas de alto riesgo. (Ver California debe reinventar sus políticas de fuego, o la muerte y la destrucción continuarán)

Las aseguradoras de viviendas ya se están volviendo más estrictas con las pólizas en sitios propensos a incendios. Con el tiempo, eso podría reducir los valores de las propiedades e impedir que las personas se trasladen a ciertas áreas.

Mientras tanto, una reciente encuesta realizada por la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.), revela que tres de cada cuatro californianos están a favor de limitar la construcción de las nuevas viviendas en estas áreas. Pero el estudio añade que, hasta uno de cada cuatro californianos, o cerca de 10 millones de personas, ya vive en lugares que se podrían calificar como áreas de alto riesgo de incendio, lo que genera dudas sobre dónde podrían realizarse nuevas construcciones y crecimiento.

Algunos residentes de Paradise ya no pueden aguantar más. Hay carteles en los jardines, en las cercas y las vallas publicitarias a lo largo de la calle principal que atraviesa la ciudad. Aunque muchos anuncian servicios de limpieza y recogida de escombros, los letreros de "Se vende" parecen superarlos.

John Gilmore se mudó con su esposa, sus hijas y su perro, y no tiene planes de regresar. Mientras paseaba por el terreno donde antes estaba su hogar, dijo que la ciudad debería hacer aún más para reducir los peligros de incendios. El exvecino afirmó: "No sé qué piensan que va a pasar con toda esta madera muerta cuando llegue el próximo incendio; va a ser tres veces más fuerte. Será más caro, pero construir casas cinco veces seguidas también es caro".

Cómo no marcharse

No todas las ciudades se aferran a su tierra tan tercamente como Paradise. De hecho, los gobiernos trasladan poblaciones más a menudo de lo que se podría esperar. Un estudio en Nature Climate Change realizado por los investigadores de la Universidad de Stanford en 2017 identificó 27 casos en los que el proceso de salida organizada en las últimas décadas; una cifra que podría acabar con la reubicación de cerca de 1,3 millones de personas.

Los investigadores descubrieron que la reubicación es más probable y se produce más rápido cuando los propios residentes son conscientes de que se enfrentan a un grave peligro. También ayuda cuando el traslado beneficia a otras personas. Por ejemplo, los Países Bajos reubicaron algunas pequeñas poblaciones a lo largo de las orillas del Rin para crear espacio para vertederos cuando el río se desborda. Esto redujo drásticamente los riesgos de inundaciones para ciudades mucho más grandes en la parte alta.

Por otro lado, algunas áreas aisladas no reciben ayudas tan fácilmente. Por ejemplo, las aldeas de Alaska (EE. UU.) como Newtok, Shishmaref y Kivalina llevan años pidiendo a su Gobierno asistencia para su reubicación. Los pueblos llevan años luchando contra la erosión costera, el deshielo del permafrost, las tormentas feroces y las inundaciones a medida que las temperaturas y los niveles del mar aumentan alrededor del Círculo Ártico.

Pero es alto el coste de establecer nuevas poblaciones con toda la infraestructura necesaria, sería de cientos de miles de euros por residente, mientras que el beneficio social percibido es bajo. Pocos estadounidenses han oído hablar de estas aldeas pequeñas y remotas. En 2016, el Congreso de EE. UU. rechazó la propuesta de la administración Obama a asignar cientos de millones de euros para ellas.

Amar la tierra

Sentada en una mesa de picnic roja en lo que solía ser el jardín delante de su casa de invitados en Paradise, Rodgers reconoce que a veces piensa en comprar una granja tranquila, con cabras y un jardín, a una buena distancia del bosque.

Resulta tentador alejarse del siguiente incendio. Y, ¿quién se molestaría en reconstruir una casa en un terreno que no tendrá acceso a agua ni electricidad durante meses, y vivir en una ciudad que tardará años en reconstruirse y repoblarse?

Pero a pesar de todas las buenas razones para mudarse, Umenhofer y ella no lo consideraron demasiado. Cuando regresaron a su propiedad en enero y vieron a una familia de ciervos en el césped, la misma que habían visto el día en el que huyeron, fue cuando decidieron quedarse, recuerda Rodgers.

Van a su propiedad varias veces a la semana para limpiar la maleza quemada, o simplemente para pasar un rato en su terreno. Rodgers ha empezado a cultivar un huerto con diente de león, flores silvestres, coreopsis y guisantes. Tan pronto como las agencias estatales autoricen las pruebas del suelo, el ayuntamiento les de permisos y vuelvan a tener electricidad y agua, planean comenzar a reconstruir. Umenhofer espera poner la primera piedra en octubre.

Su parcela tiene vistas al cañón Little Butte Creek y a un desfiladero amarillo cubierto de pastos, chaparral y árboles. Han visto a muchos ciervos alrededor y sus astas caídas en su patio trasero. De vez en cuando un oso negro solía pasear por ahí. Rodgers concluye: "Fuimos muy afortunados de haber vivido aquí durante 43 años en el bosque. Ya no va a ser lo mismo. Tendremos algunos pinos grandes, pero ya no viviremos en el bosque. Aun así, sentimos un gran apego a la tierra, así que creo que nos quedaremos aquí".

 

 

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