Dada la vida útil de la infraestructura energética construida hasta la fecha y la que ya está planificada, las emisiones previstas no nos permitirán limitar el aumento de la temperatura, según un estudio publicado en 'Nature'. La única opción sería empezar a cerrar las plantas de carbón y gas natural y dejar de construir
En 2010, la comunidad científica advirtió de que ya habíamos construido demasiadas infraestructuras que emiten dióxido de carbono como para elevar las temperaturas globales hasta 1,3 ˚C sobre niveles preindustriales, y alertaron de que el sistema de combustibles fósiles iba a continuar expandiéndose a menos que "se realizaran esfuerzos extraordinarios para desarrollar alternativas".
Alerta spoiler: Estos esfuerzos no se han llevado a cabo.
Como continuación de ese estudio, otro artículo publicado recientemente en Nature, advierte que es probable que superemos el umbral de 1,5 ˚C de calentamiento incluso aunque ya no construyamos ni una sola central de energía adicional, ni fábrica, ni vehículo, ni electrodoméstico. Esta predicción superaría el límite establecido como objetivo en el Acuerdo Climático de París (Francia). Además, si los componentes del sistema energético existente se mantienen en funcionamiento tanto tiempo como lo han hecho en el pasado, y construimos todas las nuevas instalaciones de energía ya planeadas, se emitirán cerca de dos tercios del dióxido de carbono necesario para aumentar las temperaturas globales hasta 2 ˚C.
Si las fracciones de un grado le parecen suficientemente dramáticas, debería saber que 1,5 ˚C de calentamiento podría bastar para exponer al 14 % de la población mundial a olas de calor severo, derretir casi cinco millones de kilómetros cuadrados de permafrost ártico, y destruir más del 70 % de los arrecifes de coral del mundo. Según este estudio, el salto hasta los 2 ˚C podría exponer a casi tres veces más personas a olas de calor, descongelar casi un 40 % más de permafrost y eliminar los arrecifes de coral casi por completo, entre otros efectos devastadores.
La conclusión resulta, en cierto modo, sorprendente. Hemos construido un sistema que llevará al planeta a un terreno peligroso que los científicos llevan décadas advirtiendo que deberíamos evitar. Esto significa que no basta con construir gran cantidad de energías renovables y crear muchos empleos verdes, las dos propuestas centrales del debate político sobre el cambio climático.
La pregunta ahora es mucho más difícil: ¿cómo podemos empezar a forzar que importantes y costosas partes de la infraestructura energética existente cierren años, si no décadas, antes de que acabe su vida económica útil?
Las centrales eléctricas suelen costar miles de millones de euros y pueden operar durante medio siglo. Sin embargo, el estudio señala que la edad media de las centrales de carbón de China y la India, dos de los principales impulsores del aumento de las "fuertes emisiones" según el estudio anterior, es de aproximadamente 11 y 12 años, respectivamente.
Otras opciones para reducir los impactos climáticos podrían incluir la modernización de la infraestructura energética existente con sistemas que capturan las emisiones, o compensar las emisiones con herramientas capaces de eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera. Pero ambas estrategias también son caras.
Los cierres anticipados o las modernizaciones costosas no se producirán si no se implantan estrictos mandatos gubernamentales, se aumenta el precio del carbono, o sin los avances tecnológicos que obligarían a las empresas energéticas al cambio o alterarían la economía lo suficiente como para darles ese empujón.
El profesor asociado de la Universidad de California en Irvine (UC Irvine, EE .UU.) Steven Davis afirma: "La industria tiene billones de euros en activos que no dejarán escapar tan fácilmente de la noche a la mañana, por así decirlo, así que tendremos que encontrar una manera de acelerar eso". Davis trabajó en ambos artículos, junto con el científico principal de la Institución Carnegie (EE. UU.) Ken Caldeira. El autor principal del nuevo estudio es el investigador de posdoctorado del grupo de investigación de la UC Irvine Dan Tong.
Para llevar a cabo su estudio, los científicos reuniendo conjuntos de datos globales en busca de las principales fuentes de dióxido de carbono, como centrales eléctricas, vehículos, calderas industriales y aparatos residenciales como hornos y estufas. La suma de sus emisiones sería de alrededor de 660.000 millones de toneladas métricas adicionales de gases de efecto invernadero a partir de este momento, muy por encima de los 580.000 millones de toneladas que marcan el límite superior del rango estimado para el calentamiento de 1,5 ˚C.
(El estudio no aborda las fuentes de gases de efecto invernadero no energéticas, que incluyen las fuertes emisiones de los fertilizantes y el ganado. Pero esas fuentes ya están incluidas en el nivel de emisiones del sistema energético que alcanzará o superará los "presupuestos de carbono" del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de las Naciones Unidas para niveles especiales de temperatura, que se emplearon en el estudio.)
Mientras tanto, el mundo sigue construyendo más infraestructuras energéticas. Los investigadores hallaron que las instalaciones que ya están en marcha, "planificadas, autorizadas o en construcción", emitirían cerca de 200.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono. La mayoría de ellas se encuentran en China, la India y en el resto del mundo en desarrollo.
Las emisiones de los sistemas existentes sumadas a las de las plantas planificadas ascenderían a cerca de 850.000 millones de toneladas, acercándose al presupuesto de carbono a 2 ˚C, que supone entre 1.170.000 y 1.500.000 millones de toneladas.
El pequeño punto positivo es que parece que aún no hemos construido o planeado infraestructura energética suficiente para superar el umbral de calentamiento más peligroso (salvo que estos sistemas funcionen a tasas más altas o por períodos más largos que en el pasado). Pero hay pocos indicios de que los países, particularmente los del mundo en desarrollo, dejen de construir plantas de combustible fósil después de completar lo que ya está en marcha.