Si la energía renovable es cada vez más barata y más consumida, ¿por qué 2018 cerró con más emisiones de efecto invernadero que el año anterior? Uno de los motivos es el propio cambio climático cada vez más cambiante y la otra, la reducción de la producción de energía nuclear
La demanda global de energía y sus correspondientes emisiones de carbono volvieron a aumentar en 2018, según nuevos datos publicados a finales de marzo. Esto no es ninguna sorpresa.
Los resultados de la Agencia Internacional de Energía (AIE) coinciden con otros informes preliminares de otras organizaciones. Pero plantea una cuestión extraña: el uso de energía renovable está aumentando y su precio y el de las baterías está cayendo, ¿por qué sigue aumentando la contaminación mundial?
La primera respuesta está en el crecimiento de la economía mundial, que elevó la demanda de energía en un 2,3 % el año pasado, según la AIE. Un factor que contribuyó fue el aumento de la demanda energética para calefacción en las regiones afectadas por los brotes inusualmente severos de frío, y para refrigeración en las zonas que sufrieron las olas de calor. Todo eso fue impulsado, al menos en parte, por nuestro clima cambiante. Además, provocó aumentos en la generación del carbón y del gas natural, los cuales emiten gases de efecto invernadero.
La producción de estos combustibles fósiles superó las destacadas mejoras en la generación solar y eólica, a pesar de que ambas aumentaron en dos dígitos en 2018. Incluso la generación nuclear creció a unos niveles más modestos, con un aumento del 3,3 %, principalmente debido a las nuevas turbinas en China y a los cuatro reactores que se volvieron a poner en marcha en Japón, según la AIE.
Pero las cifras en profundidad del informe resaltan un problema sistémico que dificulta la posibilidad de reducir las emisiones de manera consistente. En el período de 2000 a 2018, mientras que la parte de la generación eléctrica basada en energía solar y eólica creció un 7 %, la nuclear disminuyó en el mismo porcentaje. Además, el carbón solo bajó un 1 % durante ese periodo, mientras que el gas natural, que emite más de la mitad de dióxido de carbono, subió del 18 % al 23 %.
En otras palabras, las energías renovables aumentaron su cuota en el mercado a costa de otras fuentes de energía libres de carbono, en vez de arrebatar la participación de los combustibles fósiles. Si eso se añade al creciente uso del gas natural y del carbón para impulsar el crecimiento económico, no es sorprendente que el mundo todavía no esté reduciendo realmente las emisiones de energía, décadas después de que la amenaza del cambio climático quedara clara.
"Si se reemplaza una fuente de carbono cero por otra, realmente no está cambiando la intensidad del carbono en la electricidad", explica el experto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, DC (EE.UU.), Nikos Tsafos, quien destacó este tema en Twitter. Entonces, mientras que "ciertos puntos de datos muestran que estamos haciendo un gran progreso... si cambiamos un poco la perspectiva, lo que se ve es que en realidad no estamos yendo hacía el objetivo", añade.
Sin duda, el rápido aumento de las energías renovables, así como los avances en la eficiencia energética y el cambio hacia el gas natural menos contaminante, sí han ayudado a frenar el incremento de las emisiones globales, y a reducirlas en algunos países. Pero para lograr reducciones mayores y más consistentes probablemente hará falta mucha más energía renovable, nuclear y otros grandes cambios en nuestros sistemas de energía y métodos.
Sin embargo, muchas centrales nucleares del mundo están acercándose a su cierre o han empezado su desactivación. Y construir plantas nuevas es cada vez más difícil por las regulaciones más estrictas y por los crecientes problemas de seguridad tras del desastre de Fukushima en Japón en 2011, como también por los elevados costes operativos y de desarrollo (ver El desequilibrio de la energía nuclear: muerte en EE.UU. y renacimiento en Asia). En concreto, la energía nuclear ha tenido dificultades para competir contra los bajos costes del gas natural, que representa casi el 45 % del aumento en la demanda de energía del año pasado, según el informe de la AIE.
Pero a pesar del rechazo actual a la energía nuclear, esta fuente tiene una ventaja esencial sobre otras fuentes limpias. Su producción de electricidad no varía según la hora del día o las condiciones climáticas, por lo que puede ayudar a equilibrar la generación intermitente de la energía eólica y solar, sin requerir grandes cantidades de costosas actualizaciones de almacenamiento o transmisión a la red. Una próxima generación de centrales más baratas, más seguras y fáciles de construir también podría ayudar a calmar los temores de ese público tan escéptico.
La mayoría de los modelos del departamento de investigación sobre el clima de la ONU exigen un aumento sustancial de la energía nuclear. Bajo el Escenario de Desarrollo Sostenible de la AIE, que establece un camino para lograr un clima estable y un acceso universal a la energía, el mundo tendría que agregar 17 gigavatios de capacidad nuclear cada año, casi duplicando nuestra flota actual hasta 2040.
Tal y como están las cosas, las centrales nucleares retiradas de todo el mundo eliminarán alrededor de 200 gigavatios hasta el año 2040. Eso hará que sea casi imposible alcanzar esos objetivos a menos que las compañías y los legisladores decidan extender la vida útil de esas instalaciones o se dediquen a construir muchas más.