El urbanismo del futuro requiere tecnología, pero también creatividad, cultura y sostenibilidad. Esa es la filosofía del innovador social Iker Marcaide, creador de La Pinada. Este futuro ecobarrio español está codiseñado por sus vecinos para adaptarse a sus necesidades
El viaje emprendedor de Iker Marcaide ha cambiado totalmente en tan sólo siete años. Su periplo comenzó en 2011, cuando creó la empresa PeerTransfer, con el objetivo de facilitar y abaratar los pagos internacionales. Gracias a esta idea, ese mismo año se convirtió en uno de los ganadores del concurso Innovadores menores de 35 España de MIT Technology Review en español. Tras una temporada a caballo entre Boston (Massachusetts, EE. UU.) y Valencia (España), como consejero de varios proyectos, quiso dejar de ser un emprendedor "tradicional" para transformarse en un innovador social con una clara vocación de ayudar a la gente.
Esta misión la cumple ahora desde su otra empresa, Zubi Labs, mediante la que recientemente ha organizado la 1ª Jornada Internacional Re-thinking cities: Challenges Towards Future Cities, en colaboración con otras instituciones, como el programa Europeo Smart Sustainable District. En este evento se abordaron los retos del nuevo urbanismo para mejorar la calidad de vida de las personas. Y este es precisamente el objetivo de su nuevo proyecto empresarial. Hablamos del futuro barrio de La Pinada en Paterna (Valencia), el primer ecobarrio codiseñado por sus propios vecinos. Cuando esté listo, se tratará de un vecindario de 25 hectáreas de extensión en los que habrá 2.000 árboles y alrededor de 1.000 viviendas para acoger a alrededor de 3.000 personas.
Aunque La Pinada aún está en plena fase de diseño y no se sabe cuándo abrirá sus puertas, Marcaide afirma que ya hay 1.500 personas interesadas en entrar a vivir en este lugar. Su filosofía se basa en un estilo de vida sostenible que se adapte a las necesidades de sus futuros inquilinos. Su creador afirma: "Lo que más me motiva no es innovar en el sector inmobiliario sino el impacto que podemos generar gracias a esas innovaciones".
Para empezar, ¿qué es un ecobarrio?
Es una forma de construir y diseñar los barrios diferente a la tradicional porque tiene en cuenta dimensiones muy variadas: desde la movilidad sostenible hasta el consumo inteligente de la energía, la reutilización del agua y la biodiversidad. En esta nueva fórmula urbanística no sólo se mide la rentabilidad económica, sino también la rentabilidad social y ambiental.
La creación de este tipo de entornos empieza a ser tendencia. En Estocolmo (Suecia) se habilitado la zona de Hammarby Sjöstad para convertirla en el primer barrio sostenible del país. ¿De dónde nace el interés por este nuevo urbanismo?
Las urbes son, en gran parte, responsables del cambio climático: emiten gases de efecto invernadero, generan una gran cantidad de residuos, consumen mucha energía, etcétera. A esto hay que sumarle que cada vez más personas viven en ciudades y se sienten solas. Estas circunstancias afectan a la calidad de vida de la gente. Los ecobarrios son una solución a todo esto. Nos parece fundamental repensar cómo hacemos las ciudades: cómo se crean nuevas zonas urbanas y cómo regeneramos los entornos existentes.
Foto: Boceto del barrio La Pinada. Crédito: La Pinada.
Una característica peculiar de La Pinada es que su diseño gira en torno a un colegio, ¿por qué?
Cuando unos amigos y yo creamos el Imagine Montessori School nos dimos cuenta de que la gente suele montar su vida alrededor de los colegios. Vimos que podíamos ir más allá y extender la sensación de comunidad típica de estos centros hacia algo más grande: hacia un nuevo tejido urbano. Al diseñar alrededor del colegio podemos crear un distrito fuerte en valores y alineado con la filosofía de la escuela, que apuesta por la sostenibilidad, la innovación y el compromiso social.
"Sostenibilidad" es una de las palabras más repetidas en las estrategias del nuevo urbanismo, ¿qué acciones se están diseñando en este sentido desde La Pinada?
Estamos haciendo hincapié en tres focos: agua, energía y generación de residuos. No son iniciativas tremendamente rompedoras, el reto es encajarlas todas en un mismo lugar.
Aspiramos a reutilizar una gran parte del agua: aguas turbiales, grises y negras. Asimismo, estamos analizando distintas opciones para generar agua potable, por ejemplo, hay start-ups que lo hacen a través de la humedad ambiental.
En cuanto a la energía, queremos convertirnos en un distrito que minimice su consumo a través de acciones pasivas, como la orientación de los edificios y el tipo de materiales de construcción. También queremos recurrir a las smart grids, es decir, redes inteligentes que gestionan el consumo de energía y, a través de las cuales, los propios habitantes son consumidores y productores al mismo tiempo.
Por último, nos gustaría minimizar la generación de residuos. Esto implicará a los comercios en temas de embalajes y tratamiento de residuos orgánicos. Asimismo, estamos creando modelos de negocio que favorecen la economía circular, en los que intervengan los fabricantes y los habitantes.
Al hablar de ciudades inteligentes no nos podemos olvidar de la tecnología, ¿cómo se van a integrar los últimos avances en este nuevo barrio?
La tecnología debe ser omnipresente. Cualquier cosa que montes debe ir de la mano de tendencias como el big data, el internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), la inteligencia artificial, etcétera. Lo más importante es utilizar la tecnología para aportar valor a los vecinos y resolver problemas concretos. Por ejemplo, es crucial que haya una sensorización del barrio a través del IoT para medir la calidad ambiental e incluir la tecnología en temas de movilidad para que sea respetuosa con el medio ambiente.
Otro aspecto interesante es el uso del blockchain, que permite registrar todas las acciones que se llevan a cabo en el barrio de manera segura. Se puede utilizar para la gobernanza del propio barrio y así tomar decisiones de manera consensuada.
Eso sí, los nuevos barrios más que tecnológicos, han de ser humanos. En nuestro caso, tenemos en cuenta a las personas desde el primer momento y las incluimos en el proceso de creación. Todo debe girar en torno a ellas.
Pero la tecnología no lo es todo, ¿en qué consiste la "innovación social" por la que apuestan estas nuevas fórmulas urbanísticas?
Al hablar de las nuevas ciudades, hay que pensar en ciudades inteligentes, pero también creativas y culturales. Cuando empezamos esta aventura comenzamos por las nociones más técnicas, pero también hay otros aspectos como la cohesión social.
Es necesario plantearse otras fórmulas habitacionales. Se trata de adaptar las viviendas a las personas, no al revés. Ahora mismo, el mercado es muy poco flexible. La gente realiza una gran inversión para comprar un inmueble. Sin embargo, lo más probable es que sus necesidades vayan cambiando a lo largo de sus vidas, y que las viviendas que han comprado no se adapten a ellas.
La puesta en marcha de estos entornos es cara, ¿cómo podrá acceder la gente a vivir aquí? ¿Estará sólo al alcance de unos pocos?
Es cierto que existe una imagen elitista alrededor de los ecobarrios. Nosotros queremos huir de eso e integrar a todo tipo de personas. Para ello, les preguntamos el presupuesto que tienen y, a partir de ahí, tratamos de ofrecer la mejor opción de vivir aquí. Además, la idea es que el 30% del barrio sea vivienda social. También puede parecer que sólo es una zona para familias. Aunque, por ahora, el 60% de los interesados han sido familias, hay una gran diversidad de perfiles. Hay parejas sin hijos, solteros, personas mayores y extranjeros. Esta diversidad sólo se consigue si, desde el principio, involucras a toda la gente en el diseño del producto, del barrio.
También pretendemos que el 80% de los problemas se puedan resolver en el propio barrio, pero eso no significa que sea un entorno exclusivo y cerrado. Estará bien comunicado para que pueda acceder cualquiera, aunque no viva ahí.
Foto: Boceto de un parque del barrio La Pinada. Crédito: La Pinada.
Una de las principales dificultades de la innovación es acceder a capital, ¿cómo se financia La Pinada?
No hemos recurrido a las vías tradicionales del sector, como los fondos inmobiliarios. Hasta la fecha, se está financiando con recursos propios del equipo y de coinversores. Para buscar a estos inversores hemos hecho hincapié en que compartan nuestros valores, es decir, que no sólo busquen la rentabilidad económica.
La Pinada aún está en fase de diseño, ¿qué limitaciones os estáis encontrando?
Estamos en un sector sujeto a unas normativas rígidas. Queremos innovar y plantear nuevos modelos de negocio, pero no nos podemos olvidar de la regulación.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la cadena de suministro del sector está muy desconectada. En España hace falta una mayor conexión entre lo público y lo privado. Nos gustaría configurarnos como un espacio de cocreación y de innovación abierta no sólo con los habitantes, sino también con los diferentes grupos de interés, como las administraciones y otras empresas.
Tampoco hay que olvidarse de los últimos años que ha vivido el sector. Hoy, existe cierto escepticismo en torno a estas iniciativas. Ahora estamos a la espera de varias aprobaciones municipales y regionales. Los ecobarrios parecen un sueño, pero se pueden hacer realidad.