Un análisis del 'Lylye of Medicynes', un vademécum manuscrito del siglo XV, revela que los boticarios medievales utilizaban recetas con importantes propiedades antibacterianas. Algunos de sus ingredientes podrían ser rescatados para tratar dolencias de la era moderna
El Lylye of Medicynes es un manuscrito del siglo XV que se encuentra en la Biblioteca Bodleian en Oxford (Reino Unido). Es una traducción al inglés medio de un tratado latino sobre enfermedades y contiene estudios de casos y recetas de tratamientos. Fue un texto influyente y se cree que perteneció al boticario personal del monarca inglés Enrique VI, Robert Broke.
El Lylye of Medicynes es un manuscrito muy conocido para los historiadores que estudian los tratamientos médicos medievales. Hace tiempo que se sabe que algunas de las recetas del tratado contienen ingredientes con propiedades antibióticas, como la miel.
Pero la cuestión de la eficacia de la medicina medieval en general es mucho más difícil de estudiar. "El recetario utilizado por médicos y profanos en la Europa medieval ha sido en gran medida considerado como placebo o superstición", explica la investigadora de la Universidad de Pensilvania (EE. UU.) Erin Connelly y su equipo de la Universidad de Warwick (Reino Unido).
A día de hoy, este punto de vista podría estar a punto de cambiar. Connelly y su equipo afirman que las recetas medievales siguen un patrón racional de tratamiento que sigue siendo válido. Los investigadores han llegado a esta conclusión a través del minado de datos de los patrones de ingredientes del Lylye de Medicynes. Gracias a este análisis, han identificado una serie de redes de sustancias en las recetas con propiedades bioactivas importantes.
Primero, algo de contexto. El Lylye of Medicynes contiene 360 recetas, cada una en un formato estándar que comienza con el tipo de remedio (un jarabe para ungüentos o apósitos, por ejemplo), luego detalla la fase de la enfermedad en la que debe aplicarse y finaliza con una lista de ingredientes.
Extraer los datos de este texto no es una tarea fácil. Las recetas mencionan más de 3.000 ingredientes para tratar 113 afecciones diferentes. De todas ellas, hay 30 que describen síntomas como fisuras en la piel, purulencia, enrojecimiento, costras negras, olor nauseabundo, calor o ardor, etcétera, que se traducen en síntomas de infecciones externas.
Un desafío es que el texto a menudo se refiere a los mismos ingredientes usando diferentes palabras y ortografías. Por ejemplo, la hierba de hinojo figura como fenel, feniculi, feniculum, marathri, maratri y maratrum. Todos los términos deben condensarse bajo el mismo encabezado.
Sin embargo, varias partes de una planta pueden contener diferentes ingredientes activos y esto también debe tenerse en cuenta. Por lo tanto, la raíz de hinojo, el jugo de hinojo y las semillas de hinojo deben incluirse por separado. El equipo también corrigió las variantes de ortografía a mano.
Después de estandarizar los ingredientes, el equipo estudió las redes que conforman. Para esto crearon un nodo para cada ingrediente y trazaron conexiones entre ellos si aparecían en la misma receta. Cuanto más seguido aparecían juntos estos ingredientes, más fuerte se hacía esta conexión. Tras haber reunido la red, los investigadores utilizaron un algoritmo estándar para buscar comunidades dentro de la red.
Los hallazgos brindan una lectura interesante. "Los resultados muestran claramente la existencia de una estructura jerárquica dentro de las recetas", explican los investigadores.
Cada comunidad de la red está compuesta de comunidades más pequeñas, todas con un núcleo común de ingredientes. Por ejemplo, un núcleo de ingredientes consiste en aloe vera más "sarcocolla nutria", una resina de uno de los diferentes árboles persas mezclada con leche materna.
También hay varios ingredientes individuales que desempeñan un papel importante en la red. Estos incluyen miel, vinagre y flores de granada.
El siguiente paso del equipo fue buscar recetas emblemáticas que explotaran combinaciones de ingredientes. Luego buscaron en la literatura médica moderna pruebas de que esas recetas podrían haber funcionado.
Por ejemplo, una receta en el manuscrito es un enjuague bucal descrito como un tratamiento para "pústulas, úlceras, apostemata (hinchazón/inflamación), cáncer, fístula, herpestiomenus (gangrena) y carbunco (ántrax, ebullición supurada)". Esta mezcla se hace con "zumaque, gall, psidia (la corteza de la granada o la corteza del árbol), balausta, almáciga (resina exudada del árbol de lentisco, Pistacia lentiscus), olíbano, miel y vinagre", probablemente mezclada con nitrito o leche materna.
Una pregunta importante es si alguno de esos ingredientes tiene efectos antibacterianos o inmunoreguladores. Para averiguarlo, Connelly y su equipo los buscaron en la Base de Datos Cochrane de Revisiones Sistemáticas, una conocida biblioteca de investigación médica basada en pruebas.
Resulta que existen varias pruebas de que algunos de esos ingredientes son bioactivos. Se sabe que la miel tiene propiedades antibióticas y el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido la utiliza regularmente para la curación de heridas. El vinagre es un buen desinfectante y la leche materna contiene una variedad de componentes antimicrobianos. La bilis (o gall) también se reconoce como un potente bactericida.
Sin embargo, hay escasas pruebas de que el aloe vera, el incienso, el lentisco y la sarcocolla tengan efectos curativos. Por ejemplo, una revisión de Cochrane de los efectos del aloe vera para la cicatrización de heridas descubrió que los estudios relevantes generalmente eran de mala calidad. Así que todavía se está deliberando sobre el poder de esas sustancias.
Sin embargo, la combinación de los ingredientes especificados en un único enjuague bucal tiene sentido. Esta estrategia aumenta la redundancia, si un ingrediente no funciona otro podría lograrlo, y "podría aumentar la eficacia contra un objetivo particular de especie microbiana atacando varios objetivos celulares al mismo tiempo, o permitiendo la activación química de moléculas componentes particulares", explican Connelly y su equipo.
Los investigadores concluyen que la receta del enjuague bucal, y otras similares, reflejan un enfoque racional para la toma de decisiones médicas.
Es un trabajo interesante que implica que deberíamos revisar la visión convencional de que la medicina medieval no es más que un truco. "Este trabajo demuestra la posibilidad de utilizar algoritmos de redes complejas para explorar un conjunto de datos médicos medievales para patrones subyacentes en combinaciones de ingredientes relacionadas con el tratamiento de enfermedades infecciosas", explican los investigadores.
Además, creen que podría haber mucho más por descubrir en los textos medievales, incluida la posibilidad de nuevos agentes antimicrobianos que aún son desconocidos para la ciencia moderna. "El uso de tecnologías digitales para convertir estos textos en bases de datos susceptibles de extracción de datos cuantitativos requiere un enfoque interdisciplinario cuidadoso, pero podría proporcionar una perspectiva completamente nueva sobre la ciencia y la racionalidad medievales", concluyen Connelly y su equipo.
Ref: https://arxiv.org/abs/1807.07127: Data Mining a Medieval Medical Text Reveals Patterns in Ingredient Choice That Reflect Biological Activity Against the Causative Agents of Specified Infections