Los episodios de calor extremo son cada vez más comunes y graves, pero también son fácilmente predecibles. Y los planes de emergencia ante una ola de calor no solo son fáciles de implantar sino también tremendamente efectivos, según un nuevo estudio
Las olas de calor figuran entre los desastres naturales más mortíferos del mundo (ver "La geoingeniería llegará después de algún gran suceso, como una gran ola de calor mortal"). En Estados Unidos han llegado a matar a más personas que la suma de víctimas de huracanes, tornados y terremotos. Y parece que solo van a ir a peor, ya que el cambio climático causado por los humanos aumenta su frecuencia e intensidad (ver Señales de que el cambio climático perdió totalmente el control en 2017). ¿Cómo podemos prepararnos para un futuro dominado por olas de calor letales?
La buena noticia es que tanto los periodos de calor como los de frío son fácilmente predecibles, y que "los sistemas de acción temprana ante la temperatura extrema han demostrado que pueden salvar vidas en todo el mundo", según un artículo publicado la semana pasada en Environmental Research Letters.
Tras analizar los modelos de previsión meteorológica, los investigadores descubrieron que casi 5.000 millones de personas viven en regiones en las que resulta fácil pronosticar las temperaturas extremas. Así que aunque la temperatura no se pueda controlar, esta información ofrece una oportunidad de establecer sistemas de alerta temprana y planes de acción. El estudio señala que en mitad de una ola de calor, el personal de rescate puede proporcionar agua potable, establecer refugios de enfriamiento y cuidar de los ciudadanos vulnerables, especialmente de los ancianos.
La responsable del equipo de ciencia climática del Centro sobre el Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, y autora principal del informe, Erin Coughlan de Pérez, afirma: "Tenemos la capacidad de evitar mucho sufrimiento, enfermedades y muertes por olas de calor y olas de frío en todo el mundo. Deberíamos ser capaces de tomar medidas y de adaptarnos en muchos lugares".
El estudio, en el que han participado investigadores de la Universidad de Columbia (EE. UU.), la Universidad Libre de Ámsterdam (Países Bajos) y otras instituciones, no ha analizado qué parte de esas regiones ya cuenta con algún tipo de sistema de alerta o planes de respuesta. "Pero es seguro suponer que en muchos de esos lugares podrían mejorarse", señala Coughlan de Pérez. Su grupo realizó el estudio en parte porque la Cruz Roja quería saber dónde podrían predecirse episodios de temperaturas extremas con un aviso adecuado para que el equipo de rescate tuvieran tiempo de responder.
Coughlan de Pérez es optimista sobre la utilidad de estos programas, en parte porque en realidad no son tan caros. Gran parte del trabajo consiste en repartir agua y comunicarse con las personas para que se tomen en serio el problema. Luego no tendrán que hacer mucho más que permanecer en interiores y mantenerse hidratadas.
Pero mucha gente no se da cuenta del peligro que conllevan las altas temperaturas. Los efectos directos e inmediatos incluyen calambres, agotamiento e insolación, que pueden conducir rápidamente a la muerte sino se trata de inmediato a la persona. Y el estudio señala que en muchas ciudades las tasas de mortalidad aumentan un 5 % en los días de olas de calor. Los niños, los ancianos y las mujeres embarazadas son particularmente vulnerables a estos cambios de temperatura.
El calor extremo también puede agravar las sequías y los incendios forestales, ampliar las disparidades económicas mundiales, desencadenar una mayor violencia y reducir los ingresos vitalicios de una persona (ver El calentamiento global actual ya está reduciendo las futuras capacidades de nuestros hijos).
No obstante, los logros de los planes de respuesta a corto plazo están claramente limitados. A medida que las temperaturas globales continúen aumentando en los próximos años, harán falta cambios más amplios en la infraestructura y las prácticas.
Se prevé que cada vez más gente va a disponer de aire acondicionado, tanto debido al aumento de las temperaturas como por el hecho de que cada vez más personas se lo pueden permitir. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas predice que la demanda de energía para el aire acondicionado aumentará en un factor de más de 30 para el 2100; esto socavará cualquier gran esfuerzo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Muchas ciudades necesitaran someterse a grandes adaptaciones, como el despliegue de materiales de construcción que desvíen el calor, la plantación de más árboles o la designación de centros de enfriamiento comunitarios como los que ciudades como Boston (EE. UU.), Chicago (EE. UU.) y Nueva York (EE. UU.) han establecido.
Sin embrago, otro estudio reciente publicado en el Environmental Research Letters señala que a mediados y finales del siglo, los niveles de temperatura y humedad podrían exceder los límites teóricos de tolerancia humana, lo que podría volver inhabitable algunas partes del planeta.