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Tecnología y Sociedad

La innovación llega a la regla femenina pero deja de lado a las mujeres más pobres

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Una nueva copa menstrual más moderna promete mejorar el período femenino, pero este tipo de avances tecnológicos siguen fuera del alcance de aquellas que no pueden pagar ni tampones

  • por Julia Sklar | traducido por Teresa Woods
  • 21 Septiembre, 2015

Aunque el último avance en tecnologías para la regla señala algo bueno para los negocios feministas, en realidad podría perjudicar a las mujeres si la empresa responsable no tiene cuidado.

Durante el Demo Day de Y Combinator de este año, la empresa Flex Company hizo una presentación comercial centrada en un pequeño disco flexible diseñado para, en palabras de la publicación Ringer, "revolucionar la menstruación" al reemplazar el tampón con algo menos complicado y más cómodo.

El disco parece un preservativo sin desenrollar con un borde más grueso y flexible para mantener el dispositivo en su sitio, y un vaso para recoger la sangre. Está hecho de un polímero desechable de uso médico que se vuelve más flexible cuando entra en contacto con el calor corporal, lo que permite que se adapte a diferentes formas corporales y garantiza que el cuello del útero se cubra por completo y cree un sello impermeable. Y sólo necesita ser cambiado cada 12 horas.


Crédito: Flex Company.

Todo esto suena a una enorme mejora frente a los tampones saturados y propensos a las fugas, ¿no? Bueno, en parte sí.

Desde luego es un gran paso hacia delante para un dispositivo que no ha cambiado demasiado desde su primera aparición en 1933. Pero de alguna manera también es un paso atrás en el área de la salud pública, plagada por desigualdades constantes.

Según un cálculo, una mujer que resida en Estados Unidos se gastará unos 16.000 euros en gestionar la regla a lo largo de su vida. Una caja de Flex cuesta casi 18 euros de momento, mucho más que una caja de tampones de unos cinco euros, un precio que ya resulta inasequible para muchos, incluso en Estados Unidos. Eso ni siquiera contempla los problemas de acceso y precio en los países en desarrollo. En Uganda, por ejemplo, las niñas escolares pierden el 11% de sus clases porque no tienen acceso a tampones ni compresas.

Aunque Flex no hace nada por aliviar esos problemas, sí forma parte del creciente movimiento conocido como feminismo del período. Esta iniciativa aspira a desestigmatizar un ciclo tan natural que está presente de forma regular en la mitad de la población. Otros nuevos actores en el feminismo del período incluyen apps que rastrean el ciclo de la mujer y una línea de ropa interior ultraabsorbente.

Así que encontrarse el tampón de nueva generación en Y Combinator junto a cascos de realidad virtual para aerolíneas envía un fuerte mensaje. En el nexo de las start-ups tecnológicas y el capital riesgo (dos grandes negocios dominados por hombres) los negocios feministas están haciéndose un hueco. Sólo el 4,2% de los inversores de riesgo son mujeres, pero aun así Flex Company ha logrado recaudar casi 900.000 euros en financiación.

La misión de Flex Company es su firme creencia en que "cada mujer debería poder elegir lo mejor para su propio cuerpo". Según la compañía, "nos merecemos disponer de mejores opciones". Armada con una legítima mejora frente a una tecnología de 80 años de edad y dinero en el banco, ahora la empresa sólo necesita cumplir con la parte de su misión de para "cada mujer".

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