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“La impresión en 3D no es el futuro”

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Carlos González Uribe, arquitecto y diseñador en el MIT Media Lab, cree que tanto el coste y el tiempo de impresión como la limitación de tamaño y materiales que puede emplear esta tecnología hacen inviable su uso a gran escala.

  • por Esther Paniagua / Monse López | traducido por
  • 11 Julio, 2013

 “De lo único que estoy seguro es de que no quiero hacer arquitectura de la manera que aprendí en la escuela”. Con esta declaración de intenciones iniciaba su entrevista con MIT Technology Review el joven Carlos González Uribe: uno de los pocos escogidos para entrar en el laboratorio Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

El camino para este arquitecto y diseñador no fue fácil. “Solicité entrar en el Media Lab porque era el único lugar donde podía crecer; tengo claro que, para afrontar los retos que quiero superar, todavía necesito muchísimo conocimiento e investigación en todos los ramos posibles”, reconoce González Uribe. Con su solicitud llegó el primer desafío: buscar patrocinadores para que apoyaran sus proyectos de investigación. “Fue una búsqueda inmensa, mandé decenas de cartas a todo el mundo, escribí a todas las empresas que había conocido y a todas las que creía que podían estar interesadas en el diseño. Mandé cartas a Audi, a Mercedes Benz, a la Fundación del Papa en Italia, a distintas escuelas en México, y al final tuve el apoyo de Bentley Systems Incorporated, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT) y del Club de MIT en México (que me dio la beca). El MIT y el Media Lab me apoyaron también con un porcentaje”, recuerda el arquitecto.

El joven asegura que esta fue una práctica muy útil e instructiva: “Me obligó a saber cuánto cuestan las cosas, a perder el miedo a mandarle un correo electrónico al director de cualquier compañía sin conocerlo, a ser valiente”.  “Creo que eso te ayuda a tocar tierra con tu proyecto y a pensar sobre cómo puede acercarse a la realidad para que alguien quiera pagar por ello y realmente se materialice”, señala.

“Estoy aprendiendo muchísimo y gozando de cualquier contacto o integración que pueda tener, porque todos los estudiantes en el Media Lab tienen un perfil específico y no sabes las relaciones, conexiones de trabajo e inspiraciones que pueden surgir. Cuando presentas tus proyectos a personas que tienen un enfoque de la vida y de la tecnología distinto al tuyo, te pueden dar una respuesta que jamás habías pensado. Ese es el espíritu del Media Lab: juntar artistas, diseñadores, ingenieros y científicos en un mismo edificio, en un ambiente muy abierto, bastante flexible, con disposición a la colaboración mutua… Eso es algo impresionante para mí. Incluso el diseño del edificio también está hecho para que sea abierto, para que uno pueda interactuar entre los distintos grupos y compartir experiencias del trabajo. Es una experiencia increíble”, cuenta González Uribe entusiasmado.

Actualmente, este joven “privilegiado” investiga sobre nuevos materiales y formas de aplicarlos, con el propósito de crear “una arquitectura que todavía no se ha conseguido”. Para ello, quiere posibilitar nuevos métodos arquitectónicos y procesos de fabricación.

Anteriormente ya se había interesado en desarrollos emergentes en esta área, como la impresión en 3D. Poco antes de entrar al Media Lab condujo un estudio en colaboración con la empresa 3D Systems sobre los límites de esta tecnología. Sus investigaciones sugieren que la impresión en 3D “no es el futuro”, a pesar de que “está muy en boga”. “En general, la principal limitación que le veo es el costo: la impresión es extremadamente cara, ya que se paga por pulgada cúbica”, explica. “Otro problema es el tiempo, además de la escala y los materiales. En la actualidad no se puede imprimir en un formato muy grande y se tarda muchísimo. Si lo quieres llevar al campo de la arquitectura, tienes que pensar en otra solución”, prosigue.

Esto no sucede en todas las áreas. “Creo que es una tecnología impresionante para el diseño de objetos y de productos. Existe la opción de imprimir materiales variando las densidades; hay tecnologías que te permiten imprimir plástico, metal, diferentes resinas, ceras, etc.; se pueden imprimir no solamente objetos para uso cotidiano, sino también de uso médico (como, por ejemplo, las prótesis)...”, detalla el arquitecto.

En su opinión, una de sus principales ventajas es que “es una herramienta fenomenal para hacer prototipos rápidos”. “Por ejemplo, si estás investigando en robótica y necesitas una pieza específica, la puedes modelar y la tienes lista en dos o tres horas”, ilustra.

Parece que el destino de las impresoras en 3D es el laboratorio pero, ¿las tendremos también en nuestras casas?Esa es la pregunta que siempre nos hacemos en el Media Lab”, comenta. El investigador cree que, en efecto, esta es la tendencia; “de hecho, su costo ya es bastante accesible”, señala. “El potencial de su uso doméstico reside en la posibilidad de crear objetos personalizados, aunque incluye otros tipos de problema, como la forma de pagar los derechos si hay diseñadores de por medio, y también las condiciones [por ejemplo la forma de control de la cantidad de impresiones que cada usuario saca del archivo que el diseñador le ha enviado]. También requiere de tiempo aprender a utilizar el software de modelado. ¡Incluso mandar el archivo correcto a la impresora es una habilidad que toma tiempo y muchísimos dolores de cabeza!”, explica González Uribe.

Sus miras como arquitecto y diseñador están puestas en otro objetivo: “Mi intención va hacia la utilización del diseño computacional como una herramienta que permita integrar materiales, analizar cómo es su funcionamiento, su capacidad de respuesta a la luz, al sonido, a la música...”.

“En realidad es como englobarlo todo en el proceso de diseño”, define el joven. “En el caso del arquitecto, aumentan sus responsabilidades en el diseño y tiene que estar completamente al tanto de todas las nuevas tecnologías y fabricaciones porque desde un principio se está diseñando para el último fin, teniendo en cuenta cómo va a responder la estructura planteada”. De alguna manera, es como reinvertir el proceso. Por ejemplo, a la hora de diseñar una silla, en lugar de darle forma y después estudiar los esfuerzos del cuerpo para saber dónde se concentran los pesos y dónde necesitaremos los puntos de apoyo, se realiza primero ese análisis y la forma surge de allí.

El diseño también cuenta. De hecho, para González Uribe es lo más importante. “Para mí la finalidad es que sea hermoso”, afirma. “Esto es sumamente debatible y mucha gente no estará de acuerdo pero, a fin de cuentas, todos los días hacemos elecciones basadas en gustos visuales”. “Hoy en día, un objeto que sea realmente hermoso tiene que tener todo este proceso, es decir, tiene que tener un nuevo material, tiene que proponer nuevos sistemas de fabricación, tiene que ser accesible, tiene que dar una respuesta a una necesidad… eso es lo que al final hace que se vea bello”, explica.

Y, entre belleza exterior e interior, ¿qué es lo más importante?Creo la exterioridad es más importante que el interior de los edificios, al contrario de lo que siempre se ha pensado”. Pero no se trata solo del aspecto externo de un edificio, sino de una visión de conjunto: “No hay una idea de conciencia de que las ciudades son un sistema y de que todos sus componentes están conectados; de que lo que hagas en un punto de la ciudad se refleja claramente en el otro”, expone el arquitecto.

“A mí me gustaría ver un diseño urbano que involucre ese pensamiento”, reivindica González Uribe, que cree que “hay que abrir la imaginación”. Puestos a imaginar, el joven vislumbra “una ciudad donde los espacios no sean totalmente cerrados; que puedan relacionarse con el exterior y sus materiales sean lo suficientemente inteligentes como para mantener un intercambio de energía entre la parte interna y externa de los edificios”. “Creo que se tienen que concebir nuevas herramientas y nuevos escenarios que todavía no se han diseñado, y dirigirlos hacia algo más ambicioso que la sustentabilidad. Entender qué recursos te da la naturaleza e intentar incluirlos en el diseño de las ciudades”, concluye.

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