La Oficina de Patentes y Marcas podría iniciar un proceso de interferencia de patentes según el cual el ganador se lo lleva todo
En una maniobra legal que tiene implicaciones multimillonarias, la Universidad de California (EEUU) ha pedido a la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos que decida quién fue el primero en inventar una potente herramienta para la edición de genes llamada CRISPR-Cas9.
En una solicitud presentada el lunes pasado, los directores del sistema de universidades públicas de California pidieron a la agencia de patentes que reconsiderara varias de las concedidas a partir del año pasado al Instituto Broad del Instituto de Tecnología de Massachusetts y la Universidad de Harvard (EEUU, ambos), afirmando que los derechos sobre el invento, que valen muchísimo dinero, deberían pertenecerles.
La tecnología, conocida como CRISPR-Cas9, actúa como una especie de tijera molecular, cortando y reemplazando letras de ADN del genoma de un organismo con una precisión y facilidad exquisitas. La técnica está revolucionando el estudio de especies desde los ratones hasta las patatas y probablemente abra novedosos y potentes caminos en la terapia genética para tratar las enfermedades humanas (ver Cirugía del genoma)
Si la oficina de patentes la aprueba, esta solicitud de "interferencia de patente" como se conoce el proceso, supone un desafío en el que el ganador se lo lleva todo y bien el Instituto Broad, bien la Universidad de California y dos competidores más, entre ellos la Universidad de Viena (Austria), se quedarán con todos los derechos sobre el sistema de edición de genes, dejando a su rival con las manos vacías.
El director del Centro Global por la Calidad de las Patentes, Greg Aharonian, cuya institución trabaja sobre temas relacionados con las patentes, afirma que "podemos esperar que esta batalla será muy cara y muy encarnizada dado lo que está en juego. Dado lo que se juegan con CRISPR, imagino que se gastarán cientos de miles de dólares luchando".
La tecnología de edición CRISPR-Cas9 la describió públicamente por primera vez Jennifer Doudna, una bióloga de la Universidad de California en Berkeley y la microbióloga francesa Emmanuelle Charpentier en la revista Science en 2012. Pero el científico del Instituto Broad Feng Zhang fue el primero en ganar una patente sobre la técnica al presentar cuadernos de laboratorio que afirma que demuestran que él la inventó primero (ver El hallazgo biotecnológico del siglo está envuelto en una guerra de patentes)
El sistema usa una proteína tijera, Cas9, pegada a una molécula de ARN corta que la guía a puntos exactos del genoma. Los científicos ya lo han usado para deshabilitar el VIH, curar la distrofia muscular en ratones y producir trigo resistente a enfermedades.
Atendiendo a las reglas actuales, que se conocen como "primero en solicitar", los derechos de patente van al primero que presenta la solicitud de patente. Eso supondría una victoria fácil para Doudna y Charpentier, porque su primera solicitud se presentó en mayo de 2012, siete meses antes que la de Zhang. Pero dadas las fechas de los descubrimientos, el caso se está examinando bajo las reglas anteriores, conocidas como "primero en inventar", en las que el ganador es el que sea capaz de demostrar, por los medios que sea, que fue el primero en hacer que un invento funcionase o sencillamente quien lo concibió. "Esa persona consigue la patente", afirma Aharonian.
Algunos expertos afirman que la confusión en torno a las patentes de CRISPR está ralentizando los posibles proyectos comerciales con la técnica. El vicepresidente de Biotecnología Global en Monsanto, Tom Adams, afirma que su empresa había empezado a trabajar con la tecnología para crear plantas con rasgos útiles, pero no estaba dispuesta a usarla de forma generalizada aún. "Es una serie de inventos muy compleja", afirma Adams. "Hasta que comprendamos la propiedad intelectual del asunto, no será fácil hacer demasiado".
Si se retrasa la aparición de productos o tratamientos, esta batalla legal de alto nivel podría acabar dando mala imagen a las universidades, que han usado dinero público de los impuestos o donaciones filantrópicas para hacer los inventos.
La oficina de Transferencia Tecnológica de la Universidad de California en Berkeley no ha querido hacer comentarios sobre el caso legal, igual que Doudna. Un portavoz del Instituto Broad, Paul Goldsmith, afirma que Broad ha "hecho esfuerzos y viajes repetidos desde el principio de 2013 para resolver esta situación al margen del sistema legal".
Otras disputas sobre tecnología se han resuelto creando bancos de patentes que ofrecen un acceso generalizado a innovaciones básicas, o mediante licencias cruzadas. Pero eso no ha sucedido con CRISPR-Cas9 precisamente porque no está claro quién posee los derechos clave. "Sería mutuamente beneficioso crear todos los productos posibles con la tecnología, dado que serán los productos los que generen los ingresos", explica el investigador en edición genética de la Universidad de Minnesota (EEUU) Dan Voytas. "En el caso de CRISPR nadie sabe aún cómo resultará".
La disputa en torno a la patente empezó en abril del año pasado, cuando Zhang, investigador del Instituto Broad apareció como único inventor de una patente general que cubría CRISPR-Cas9. Para conseguirla, había presentado una declaración en la oficina de patentes afirmando que había inventado la idea por sí mismo y presentó cuadernos de laboratorio para respaldar la afirmación. Zhang declaró a MIT Technology Review en el mes de diciembre pasado que otras evidencias, como solicitudes de becas y correspondencia podrían ofrecer más pruebas al respecto.
Pero los abogados de la Universidad de California, en unas reclamaciones presentadas en la oficina de patentes esta semana, afirman que páginas y páginas de los cuadernos de laboratorio de Zhang solo muestran algunos experimentos relacionados y no demuestran que inventara el sistema. "El Dr. Zhang se equivoca", concluyen. Sus conclusiones dependen, en parte, de un análisis técnico proporcionado a la oficina de patentes por Dana Carroll, experta en la edición genética de la Universidad de Utah (EEUU) (Aquí hay una copia de la solicitud de interferencia, que contiene menos de 100 pruebas).
Broad afirma que se mantendrá firme en su postura. "No nos sorprende que los abogados de Berkeley apoyen la solicitud de Berkeley", afirma la abogada de Broad Ellen Law. "De hecho, los cuadernos del Dr. Zhang demuestran que su invención de CRISPR-Cas9 data de 2011".
Tanto Zhang como Doudna dedican una cantidad sustancial de tiempo y esfuerzo para apoyar y promocionar CRISPR. Doudna protagoniza un vídeo explicativo que circula por las redes sociales, mientras que el laboratorio de Zhang ha montado un sitio web y puesto materiales de laboratorio a disposición de otros científicos.
Las implicaciones del resultado son tremendas. No sólo parece probable que se conceda un premio Nobel a la edición genética, sino que se han creado varias start-ups dotadas con muchísima financiación para empezar a desarrollar tratamientos de terapia genética. Zhang está relacionado con Editas Medicine, la start-up de Doudna se llama Caribou Biosciences, y Charpentier es fundadora de CRISPR Therapeutics. La cantidad de publicaciones científicas sobre la técnica también se ha disparado y es probable que supere las 1.100 este año.
El portavoz de la oficina de patentes, Ryan Honick, afirma que los procedimientos de interferencia los resuelve una junta especial de examinadores, que analiza las pruebas de unos 100 casos al año. El proceso puede tardar hasta dos años en resolverse, afirma. En general, la oficina de patentes aprueba unas 300.000 solicitudes de patentes anuales.
Las interferencias han ayudado a decidir el control sobre algunos de los inventos más lucrativos de la historia, entre ellos el teléfono, la máquina de coser y la televisión. En 1885 un competidor consiguió quitar a Thomas Edison la patente de una bombilla con filamento de papel, aunque para entonces Edison había inventado una mejor.
En un caso similar, y dado el ritmo de innovación en la edición genética, las batallas legales de hoy podrían acabar sirviendo de poco. Ya se han inventado versiones mejoradas de CRISPR-Cas9, y es probable que aparezcan métodos completamente nuevos.