Sus nanocristales son capaces de absorber más luz para abaratar la energía solar
Con las manos meditas en guantes de plástico de color aguamarina, la profesora adjunta de ingeniería química y ciencias de materiales Vivian Ferry sujeta un tubo del tamaño de un pintalabios lleno de un líquido transparente. Cuando aplica luz ultravioleta al tubo, su contenido se vuelve de un tono naranja fosforito. Diminutos cristales suspendidos en el líquido explican el ardiente resplandor del vial: absorben longitudes de onda azules altamente energéticas y emiten otras rojas menos energéticas.
Las células solares existentes tienden a absorber limitadas longitudes de ondas de luz, por lo que despercidian la mayor parte de la energía solar. Si las células solares pudiesen captar más luz, generarían más electricidad y abaratarían aún más la energía solar. Así que además de los cristales luminiscentes, Ferry emplea diminutos espejos hechos de metales nanoestructurados que pueden atrapar longitudes de onda específicas y dirigir la luz hacia la célula solar.
De momento, Ferry fabrica sus nanocristales luminiscentes con selenurio de cadmio y sulfido de cadmio, ninguno de los cuales resulta ideal puesto que el cadmio es un metal tóxico. Pero sus mejoras, y las reducciones de costes asociadas a ellas, serán tan importantes que la tecnología aún podría funcionar bien con sustancias más abundantes y menos tóxicas.
—Emily Sohn